A veces te extraño en las noches,
cuando el silencio se desborda y la mente busca los recuerdos. Tanta oscuridad aturde la soledad. Pero pienso que estarás al amanecer y me
quedo tranquila. La noche no me apaga.
En las mañanas sé que estarás, siempre bien puesto, aunque a veces te
escondas y luego te asomes.
Tu calor me acompaña, mi cuerpo
hace la sombra. Te posas sobre mí buscando mi piel. Yo me escondo. A veces eres tan fuerte que tu rudeza me hace
escapar de ti. Me gustas más suave, pero
tu naturaleza es así, ardiente y lleno de fuerza. Tu energía es vida. Se propaga y genera alegría. Tan distante y a la vez tan cerca. Calor divino, luz incomparable. Los colores vibran ante ti. Ese rojo intenso del amanecer baila a tu
alrededor, desnudándose a través del naranja, el amarillo, hasta llegar al
simple brillante, ése que sólo veo en los ojos que imagino.
Espero que ella aparezca y la veo
que sonríe, a veces discreta, a veces tan pronunciada, siempre tan radiante. Pero sé que hay noches en las que ni tú ni
ella se dejan ver. ¿Dónde se esconden?
La curiosidad quiebra mi tranquilidad, mi sueño se pone sus alas y se va y me
deja despierta con mi mente agobiada y mi tristeza aterrada.
¿Será que tienen encuentros más
allá de lo que mi mente acepta? ¿Será que han descubierto que hay noches
mimosas que comienzan con un guiño y terminan en anhelos de un amar
desesperado?
Mi inquietud se vuelve viciosa,
mis angustias se tornan hostiles y no puedo pensar en otra cosa.
Si la veo está sola. Si te veo estás solo. ¿Dónde están cuando no
los veo?
¿Es que acaso se esconden de mis
ojos para que mi presencia no los enturbie?
No puedo evitar buscarlos en mi tormentosa soledad. Pero cuando ella está, aunque te hayas ido,
el saber que no está contigo da tranquilidad a mis deseos eufóricos de saberte
posible, de soñarte conmigo. La veo y respiro, luce tan radiante. Sé que no está contigo. Espero que amanezca de nuevo para volver a
verte, y por fin, lejos de ella, te disfruto para mí.
Pero seguramente, en esas noches
oscuras ella se escapa para verse contigo.
Y es que es tan bonita, tan blanca, rodeada de estrellas. Y yo, desesperada y celosa pensando que la
quieres más a ella.
Ya no sé si te tengo. Pero te
sigo esperando cada amanecer, para sentirte, respirarte, sentirme acompañada y
tibia. Iluminada y placentera. Como ella, seguramente también la haces sentir
así.
No puedo hacer otra cosa. Debo
esperar tranquila. El tiempo va dejando que la calma devuelva la sensatez a mis
sentidos. Y así, sumergida en la calma
dejo pasar los días, pensando en tu regreso, pensando en tu partida. Y tú sigues en tu transitar cotidiano,
siempre tan puntual, siempre tan brillante, siempre tan radiante. Y ella, en su ir y venir cambiante y
nocturno, a veces creciente, a veces menguante.
Sol y Luna en un disparatado
escenario de pasión delirante que le roba la cordura a mi imaginación.
Consigue transmitir la pasión que pones en tu escribir al lector, tienes un cofre de adjetivos y con destreza extraes los sinónimos y antónimos , me sorprende la manera de dirigirlos, como si tuvieras una varita mágica, has conseguido que exista una armonía y afinidad entre ellos, viven juntos, son dichosos y felices, consigues que la alegría y la tristeza, el amor y el odio, el cariño y la enemistad, se pasean abrazados por los párrafos de tu redacción, igual que en el patio de un colegio, los niños están sentados nerviosos e inquietos, esperando que el que los dirige los mande a jugar y los que juegan, intranquilos y preocupados porque los van a cambiar, no obstante, se sienten felices y afortunados de aportar y contribuir a tu discurrir. Como siempre, bonita reflexión.
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