Su
presencia es como estar y no estar, ser y no ser ¿Acaso refleja en algún
momento alguna expresión distinta a la del amanecer o el anochecer, a la de
marcharse o quedarse, a la de rechazar o aprobar? Qué manera tan particular de
verse siempre igual. No importa el lugar, ni su atuendo, da igual la
circunstancia. Su cara parece una caricatura encima de su cuerpo, dibujada sobre
un yeso inerte y desabrido. Mirada lánguida, inexpresiva, cejas inmóviles y
párpados entristecidos. Su boca, un cajón de respuestas prepagadas, como
anuncios de un periódico caducado y arrugado en una esquina a la espera de las
gotas de pintura que seguro le han de caer. Una guarida de palabras encerradas
que no atinan en la diana por falta de práctica y de confianza. Seguramente ha
de tener un mar profundo ahogándole desde dentro, lleno de algas y de corales y
de habitáculos con pececillos escondidos con ganas de revolotear entre sus
aguas. Pero todo lo inhibe y lo guarda
en esa expresión de despensa vacía. A
veces parece miedo lo que se esconde detrás de su careta apagada, una manera
tal vez de ahuyentar a los lobos de su conciencia, para que no aúllen y
despierten las melodías ocultas de sus cantares peregrinos entre la carencia y
el afecto.
viernes, 31 de marzo de 2017
viernes, 24 de marzo de 2017
Mi cielo y yo
Me enamoré del cielo cuando lo vi mirándome desde
su lejanía, a veces tan cercana. Su azul dejaba de ser pálido y se iba haciendo
más intenso a medida que su estrella grande se ocultaba tras las nubes. Y
ellas, escurridizas y anónimas esparcían sus faldas, que como alas de ángeles
se dibujaban en desorden sobre aquella estampa que me enamoró. Sí, me enamoró y
lo seguí mirando hasta que oscureció.
Cómo olvidarlo si él estaba allí y me mostró su brillo. Se acostaba sobre el mar, quieto, sosegado. Respiraba mi cabello, lo hacía con el viento. Seguramente envió con él sus mensajes, que me llegaron al oído en forma de caricias suaves y con olor a sal. Me cantó al oído, me susurró poesías. Olía a perfume de mar, a baño de sol.
No había pájaros en aquel cielo, seguramente prefirieron quedarse en sus ramas contemplándolo como lo hacía yo.
Cómo olvidarlo si él estaba allí y me mostró su brillo. Se acostaba sobre el mar, quieto, sosegado. Respiraba mi cabello, lo hacía con el viento. Seguramente envió con él sus mensajes, que me llegaron al oído en forma de caricias suaves y con olor a sal. Me cantó al oído, me susurró poesías. Olía a perfume de mar, a baño de sol.
No había pájaros en aquel cielo, seguramente prefirieron quedarse en sus ramas contemplándolo como lo hacía yo.
jueves, 16 de marzo de 2017
Inmensamente ella
Muchos creen que lo que se mueve
alrededor lo hace sólo a ritmo de lo que piensan quienes observan y dirigen el
gran teatro. Pero es que hay muchos
actores y vienen de muchos lugares. Y lo que para algunos es normal, para otros
varía entre el disparate y la ingenuidad.
Que cada pueblo crece a su modo, le digo a los que no entienden. Que sí, que somos copias, somos imitación, que
las conductas se expanden como un juego de espejos encontrados. Que hay quienes
quieren reflejar la imagen que no está, la que se cruza desde el otro espejo y
de pronto aparece en el espejo frontal con otro perfil, con otra mirada, pero
haciendo lo que hacen todos.
viernes, 10 de marzo de 2017
La pregunta que faltaba
Había pasado ya mucho
tiempo. Ella había imaginado tantas
veces lo que no llegaba, lo que no ocurría, lo que no existía. Miles de preguntas se enredaban en su cabeza
de vez en cuando, mientras esperaba que se hicieran realidad las respuestas.
Ese amor con el que soñaba desde niña no tocaba su puerta. Lo había escuchado en la letra de las
canciones, lo había visto en las películas románticas, en las historias
ficticias y en las reales. Todo lo que
escuchaba y veía le hacía una inmensa ilusión.
Entonces comenzaba a imaginar momentos y preguntas, conversaciones,
cosquillas, imaginaba besos, olores, caricias, caminatas, bailes, tardes en el
supermercado, discusiones sobre el aderezo de la ensalada o sobre el color de
la pared.
jueves, 2 de marzo de 2017
Embriagada de sueños
Creo que no me sentó bien el
cuento de hadas que me tomé esa noche.
Lo serví en la copa más elegante que encontré. Alucinaba.
Veía flores y enanos gentiles por todas partes. Seguramente estaba adulterado o quizás, caducado. O tal vez la caducada era yo, en mi empeño en
tomarme en copas los capítulos de la vida, después de dejarlos fermentar para
hacerlos más gustosos, para suavizar su mosto y deleitarme con su sabor
embriagante.
Quizás me pasó como a
Alicia, cuando en medio de sus maravillas se volvió diminuta. Así estaba yo ante aquella copa
desproporcionada. Una talla poco apropiada, dirían algunos. Una sobredosis de sueños y de ilusiones, que
me dejaron un poco tocada, desvirtuada.
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