El tiempo pasa, no espera,
transcurre y se va, y deja lo vivido, lo sentido, lo sufrido, lo que se ha
amado, lo que se ha aprendido, pero no espera, siempre se va.
Y de repente, estar en otro momento, ver que las manos ya no son aquellas tan
suaves y perfectas, que la sonrisa hace grietas y es dulce, pero ya no es tan
ingenua, que la piel se amolda a los golpes del vivir, que muchas cosas han
cambiado.
Y entonces, la mente se inquieta
para pensar en las palabras que se fueron, las que provocaron lágrimas, las que
unieron corazones, las que enseñaron las lecturas de los cuentos. Palabras que
dan sentido a la vida, que transmiten sensaciones, que son capaces de herir las
penas y también de acariciar pasiones.