viernes, 16 de diciembre de 2016

Desde la ventana


Otra vez a pensar, a intentar resolver lo indescifrable, a darle vueltas una y otra vez hasta conseguir lo de siempre: nada. Un puñal clavado en lo profundo del corazón, otro puñal desgarrando las vísceras, otro haciendo añicos al cerebro.  Se había convertido en una queja ambulante, en un nido de problemas sin resolver.
Se asomó a la ventana y lo vio todo igual.  El frutero pasaba con su mercancía, ordenaba las frutas para que lucieran más apetitosas. La señora con el carrito de compras y la bolsa de pan,  el niño con su uniforme dando saltos mientras su mamá lo lleva de la mano, el señor del bastón con su caminar pausado buscando conversación en cualquier mirada que se atreva a encontrar la suya.  Parecía que la imagen se repetía todos los días.  Cada quien en lo suyo, avanzando mientras el día iba quedando atrás.  Y él, con su nido de serpientes que adornaban su cabeza, no paraba de pensar y de enredar lo que le quedaba al día antes de fallecer en una noche sin luz y sin encanto.

viernes, 9 de diciembre de 2016

De nuevo es viernes


Llovía de nuevo y ella, como siempre, dejaba su perfume en el aire mientras caminaba, pero esta vez eran las gotas las que se perfumaban.  Se cubría con su paraguas mientras seguía a paso lento, temerosa de caerse.  Y es que otra vez era viernes.
La lluvia caía despacio, pero los días avanzaban atroces, esta vez con lluvia, sin sol, pero de nuevo un viernes.  Iba sola, en medio de una ciudad confusa y atestada de ruido y movimiento.  Muchísima gente esquivando los surcos de agua, refugiándose en los toldos que de vez en cuando cubren las aceras, aliviando su viernes en una taza de café humeante.  Los barrenderos con sus escobas esperando que escampe mientras observan las hojas caídas confundirse entre los riachuelos que acarician los bordes de las aceras.  Quizás el agua les ayuda a arrastrar la suciedad del camino, quizás es porque es viernes y la velocidad se apropia hasta de sus escobas, que sin ser mágicas, mitigan el dolor de una ciudad que luce despeinada tras el trajinar de sus días, de su gente, de su tiempo desesperado.

viernes, 2 de diciembre de 2016

Amor y calma, vacío y silencio

Todo vuelve a la calma. Poco a poco el dolor va mitigando, ella regresa a su camino, el que nunca sus pasos han abandonado.  Pero su corazón cansado le suplica que haya calma.  Ha estado en muchos lugares y ya no reconoce su almohada, necesita sosiego.  Descubre que aún respira y encuentra el consuelo mientras su mirada se pierde en una pequeña vela que se consume en su llama. 
Respira el olor a incienso que perfuma el ambiente, el aroma la tranquiliza, la llena de paz, ésa que su corazón aún no ha encontrado.  Es que su corazón se ha hecho rebelde y no la complace, mientras ella lucha por ponerlo en el lugar adecuado, un poco más lejos de su propio alcance.