Una ciudad que tiene ojos y ve lo
que quiere ver, que respira paciente mientras los días se cubren de noche y
duermen acunados en su luna. Arriba, más
allá de lo infinito, se pierde el lamento de los pasos que quedaron atrapados
en su tierra, en su barro, trajinado y fangoso, oculto entre su verdor. Un
cielo transparente que no esconde secretos, cuenta todo lo que puede contar y
ríe a carcajadas mientras caen sus lágrimas de felicidad. Debajo de su asfalto se esconde su alma pura
y silvestre. Un río atrapado entre sus
lagos reposa fiel a la mirada de sus habitantes, al murmullo del silencio que
se respira y se siente. Un verde
precioso confunde la esperanza en el juego del vivir que cada mañana renueva su
presencia. Un tren anunciando que existe, que va y viene recorriendo despacio
unos rieles aburridos de tanto estar allí, que se hace sentir y se sonroja
cuando alguien lo ve. Montañas humeantes
que se quieren ir lejos para estar solas y amarse sin pudor tras el escenario
de un teatro en el que sobra luz y donde la luna se prepara para el concierto
de estrellas de cada noche.
jueves, 27 de octubre de 2016
viernes, 21 de octubre de 2016
La luna y la estrella
Así estaban ellas, tan distantes pero parecían
tan cerca. Las vi iluminadas, entregando su mejor brillo, en medio de aquel
azul infinito que penetra y se pierde. Crepúsculos a su alrededor teñían su
espacio de ilusiones y risas. Recuerdos imborrables tapizaban cada estela que
las acompañaba. Era un cielo hermoso. El mismo que tú y yo vemos cuando nos
pensamos.
¿Cómo podemos al mismo tiempo mecernos en aires
tan distintos y jugar como siempre lo hicimos?
Te extraño y no te extraño, porque aunque no
estés, nunca has dejado de estar. Y ellas en el cielo me hicieron pensar que
seguimos siendo la misma estrella y la misma luna. Parece que se dan la mano y pasan la
noche entera contándose historias que sólo ellas entienden, sin dejar de
mirarse aunque sus ojos se cierren. Cómo tú y yo, que somos capaces de hacer
una pausa en medio de cualquier camino, saltar, flotar, hundirnos en el mar,
sembrar flores, lavar penas, secar lágrimas, sonreír de nuevo y seguir donde
hicimos la pausa, como si el camino nunca se hubiera cortado.
lunes, 17 de octubre de 2016
Mi aventura en un tren llamado Venezuelactiva
Fue un día mágico,
definitivamente fue mágico. Han pasado
dos años y sigue habiendo magia. Me encontraba envuelta en la rutina de todos
los días, cuando de repente una llamada me liberó de la pequeña cárcel que
habitaba en mi mente: una invitación inesperada a escribir en un diario digital
próximo a estrenarse. Y quizás más
inesperada fue mi respuesta, cuando sin pensarlo dos veces acepté la invitación,
sin siquiera saber bien de qué se trataba, ni sobre qué podría escribir y sin tener
ningún tipo de recorrido anterior en el camino de la escritura.
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