jueves, 28 de julio de 2016

Simplemente mujer

Nació. Era hermosa, era niña. Sus ojos brillantes e inquietos buscaban adivinar lo que había y lo que no estaba.  Mucha intuición se percibía en su mirada.  Juguetona y divertida, delicada y arrebatada.  Así creció, entre juegos y disciplina, aprendiendo a ser niña y mostrando lo que se siente desde la perspectiva de una niña.  Eso que no se aprende, eso que sólo se siente simplemente por la condición femenina, ese regalo que no se escoge, que parece fruto del azar, pero que viene cargado de hormonas y de instintos, que le permiten tener esa especie de súper poderes, algunas veces sólo comparables con los de alguna heroína de un cuento de piratas o con alguna bruja de un cuento de hadas. 
Lo mismo le daba jugar con muñecas, con casitas o con mascotas de colores, que treparse en un inmenso árbol y saltar de una rama a otra.  Daba igual si se sentaba a pintar mariposas, o salpicaba sus zapatos y su vestido en un asqueroso charco; si jugaba al escondite o competía en bicicleta por el primer lugar. Así era ella, era niña.  Parecía que su sola condición femenina venía bordada en sus entrañas con hilos de instintos de todo tipo, que la hacían sentirse poderosa y dominante, a la vez que dulce y afable.

jueves, 21 de julio de 2016

Una respuesta, una palabra, un sentimiento



Que cómo me sentí, me preguntó desde su silencio. Busqué sus ojos en la humedad de aquel momento y sólo atiné a pensar: “Es aquí y es ahora”.  ¡Claro! Es ahora, es que el tiempo es ahora.  Lo estoy sintiendo, siempre lo siento, aunque no siempre me dé cuenta.  Mientras tanto, lo vivo.

Volvieron sus palabras a mi mente, era insistente, quería saber cómo me sentí.  Mis ojos no perdieron brillo, tenía ganas de cantar y de bailar.  Las risas y los recuerdos se apropiaron de mi conciencia, mientras seguía sintiendo. ¿Qué le puedo responder si es tanto lo que he sentido? ¿Qué más quiere saber? ¿Habrá olvidado cómo leer mis letras?