sábado, 9 de mayo de 2015

¿Por qué te escribo?

Cuánta ilusión es despertar un día y con la mente reposada comenzar a escribir esos impulsos incontrolables que brotan de un interior desconocido, que quizás nazcan de un sueño, quizás de la esperanza, de los deseos, de los miedos, o quizás de la simple tranquilidad de una mañana que se dibuja diferente.
Mis manos se desesperan y empiezan a atrapar los pensamientos que corren desordenados a posarse en el primer lugar vacío que encuentran, y recojo de las paredes y del suelo letras, sílabas y frases, que aisladas no dicen nada.
Comienzo a buscarle sentido a tantas letras y entonces las ideas comienzan a patinar en la mente.  Corren veloces, a veces fugaces, se deslizan, caen, rebotan y saltan, quiero tomarlo todo con las manos, y extiendo mis brazos, pero son como el viento, pasan, me rozan, me despeinan y siguen su camino.  Son suaves, perfumadas, pero a veces turbulentas, y hasta me estremecen.
Siento que me miran y me escondo. Me seduce la tentación de plasmar lo que veo, intento entender lo que tú sientes y escribirlo, para que no se me olvide. Mejor guardo todo esto, pienso avergonzada, pero si no lo escribo mis pupilas hablan, y termino hablando a los espejos.
Recordé aquella cajita en la que mi hermana guardaba los grillos que recogía jugando en el jardín de mi infancia y pensé atrapar todas las ideas y pensamientos y guardarlos en una cajita como aquélla.  Pero luego recordé que aquellos grillos murieron mientras mi hermana los contemplaba incrédula.  Si es que los había guardado todos tan bien, tan herméticos, cómo les sucedió…  Entonces mejor no las guardo en una caja, no me gusta que las ideas perezcan, mejor las lanzo cuando pase el viento, para que no se asfixien, para que vuelen con él y se esparzan por los jardines.  Pero entonces recordé que no sólo hay jardines fértiles a mi alrededor.  También hay desiertos y mares y precipicios.  Y si caen en un precipicio y se pierden en la inmensidad de lo profundo…
Y entonces, qué hago con ellas, es que me superan, se retuercen en mi mente.
Salgo, camino, acelero el paso, más rápido, me escondo.  Miro hacia atrás, siguen ahí, me quieren atrapar.
Las ato en una cometa, las pongo a volar, a ver si con aire más limpio se refrescan y se calman.  Regresan perfumadas, con olor a nubes, pero con una mezcla de llanto y risa a la vez.  
Vuelvo a centrar mis ojos, quedaron vacíos de tanto buscar.  Tengo que centrarme.
Miro al suelo, recojo la vergüenza que quedó esparcida.  Me levanto y sigo.  Y vienen otra vez.  Vuelta y vuelta, girando sin parar.  Y en cada giro se estremece una ilusión.
No sé si te escribo desde un sueño.  No sé si estoy despierta.
Me siento encerrada en medio de mis propias ideas, que me persiguen sin sentido, quieren algo de mí que aún no descifro.  Las veo tropezar con las paredes de la inconciencia.
Y mis ojos no quieren callar.  Les pido calma, que hagan silencio, que dejen de contarlo todo.  Pero se ríen de mí.  No son ellos los que hablan, sólo han sido las ventanas por las que ha entrado la luz que inspira la mente intranquila y curiosa que quiere sentirlo todo, que quiere probar reacciones, que quiere comunicar misterios.
Todo se hace turbulento mientras me comunico contigo y empiezas a sentir la atracción de mi juego.  Es un torbellino desbocado el que me atrapa y se las ingenia para atraparte conmigo. Las palabras juegan.  Se han apoderado de mi conciencia y me han dejado sola en la inconciencia.
No puedo hacer más nada. Me han superado y se desbocan atropelladamente.  Ahora estas palabras son para ti.  Las escribo y comparto contigo para que sientas lo que yo siento, no para que me descubras, porque ni yo misma me he descubierto, sino para que juegues conmigo a vivir estos ratos de liberación y drenes conmigo el cansancio, la soledad, la distancia, el recuerdo, la alegría, la picardía, el desánimo, la complejidad, la locura, los desaciertos, pero sobre todo, las inmensas ganas de vivir, de sentir y de amar.
Yo te escribo y tú me lees, yo siento y tú sientes, yo me alegro y tú sonríes, yo bailo y tú observas, yo juego y tú me sigues, yo lloro y te entristeces, yo me río y tú sonríes…
  

Por todo esto, te escribo…

1 comentario:

  1. Desde que te despiertas tú mente se te llenan de impulsos incontrolados que te brotan, te seduce el plasmarlo, quieres guardarlos para no sentirte avergonzada, sabes que cuando una mujer ama a un hombre se le conoce enseguida: no sabe escribir de otra cosa. Sabes que en la filosofía de tu perceptor, te manda amar, pero te prohíbe llorar por lo que puedas perder.
    Tu mano es impasible sigue y sigue escribiendo; detenerlo no podrás con tu lastimas ni con tu razón, ni tus llantos borrar una coma, ni un acento. Tu meditación está llena de filosofía. Como siempre bonita reflexión.

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