Estaba y no estaba. Miraba y sonreía. Su mirada era tan dulce, pero ni ella misma
la entendía. Se despidió un día y luego
otro día... y así, muchos días. Ya no sabía si saludaba porque llegaba, o se
despedía porque se iba. Estaba cansada,
se despistaba y ya no hacía esfuerzos por volver a la vida.
Antes caminaba confiada, reinaba
en su casa, dirigía, decidía. Su mirada
era certera, inspiraba confianza. Hoy
inspira ternura, como quien la lleva de la mano, la cuida y la orienta.