viernes, 28 de abril de 2017

El merecedor


Lo escuchaba atentamente mientras su verborrea comenzaba a inquietarme.  Sonreía muy seguro de lo que hablaba, fácilmente dejó al descubierto su perfil. Él dirigía la conversación hacia sus intereses, quería saber de mí, mientras yo esquivaba sus pretensiones y él seguía mostrando su cara más abierta.  No le dije mucho, no contrarié su exposición, quería saber qué hay detrás de la gente que se pone siempre del lado del merecer. Es que eso fue precisamente lo que identifiqué en él: se sentía el gran merecedor. 
Todo lo merecía, todo le tocaba, todo le convenía, se lo asignaban, le correspondía.  Se sabía todas las leyes, sin ser abogado… Bueno, más bien se sabía todas aquéllas que le generaban alguna correspondencia, algún beneficio: social, económico, jurídico, espacial, existencial, terrenal, universal, estelar…

sábado, 22 de abril de 2017

Crónica de un tiempo que no debió existir

Todo comenzó un día antes y acabó el día siguiente del día siguiente, un poco después de la hora de siempre, minutos más, minutos menos.  Todos estaban en el mismo sitio, todos menos uno, que estaba como siempre en el otro lugar, más allá de cualquier parte, más cerca que lejos, haciendo planes y torciendo la vida de otros. Su tiempo era impreciso, su lugar usurpado, su espacio robado, su espíritu rebelde y desagradecido, su presencia insolente.
Nació porque sí, porque le tocaba.  Pero no debió nacer,  llevaba mucho odio en sus entrañas y lo escupía entre pétalos para encantar a los desencantados. Ojos cerrados, brazos al frente, manos caídas, mirada vacía, risa aprendida.  Muñecos repetidos, aprendidos, desalmados. Así quedaron quienes lo seguían.
Por las noches se reía de su hazaña. En el día acariciaba sus deseos, para seducirlos más y hacerlos obedientes.  Dos seres en uno, ángel y demonio, con su verbo decorado y sus dientes afilados.  Siempre listo para cualquier batalla, daba igual si en medio de la paz o de la guerra, había que batallar.

viernes, 7 de abril de 2017

Pensemos…

- Ven, quiero que pensemos.
- ¿Que pensemos? ¿De qué hablas?
- Quiero que pensemos juntos.
- ¿Pensar juntos? ¿Ahora te da por pensar juntos?
- Me encantan tus pensamientos. Eres tan brillante, tan ocurrente. Seguro que podemos hacer mucho juntos. 
-¿Te parece? Pero si el de las ideas eres tú. Siempre planificando, imaginando, proyectando... Y yo no quiero pensar, estoy muy cómoda aquí.
- Siempre pienso en ti cuando proyecto mi vida. No sé ir por el camino sin tu mano, sin tu alegría, sin tu ternura. Me gusta cuando hablas, cuando sueñas. Quiero que pensemos entre los dos. Es que cada vez que tengo una idea, tú la sabes multiplicar y es lo que quiero ahora.
- Tú y tus ideas... ¿Estás seguro? Puede ser peligroso.
- Segurísimo.