viernes, 14 de julio de 2017

Lo siento por ellos…

Allí están, aferrados a lo que parece un último aliento. Sus gestos muestran falta de voluntad, como quien ha perdido autenticidad. No creen en sus propias fuerzas y se cuelgan a las de aquel que presume tenerlas. Aparentan un rigor que no tienen y se excusan tácitamente al estar del lado del poder que los protege y acoraza.  Ha sido mucho el tiempo sintiéndose blindados y sus cuerpos se han acostumbrado a esa rara paz impuesta a la fuerza. No sé si es pena lo que dan, no creo que den para más, tampoco creo que den para menos.  Dan lo que un mortal súbdito puede dar cuando ya no tiene voluntad.

¿Valientes? Tal vez. Una valentía extraña. Quizás ellos se sientan así. Quienes no han conocido la libertad quizás puedan sentirse valientes cuando defienden filosofías aprendidas, da igual si encerradas y de único criterio.  Pero quienes han vivido en libertad alguna vez, ¿cómo pueden sentirse valientes para defender encierros mentales y límites conductuales? ¿Tan incapaces se sienten de poder vivir por su cuenta, que son capaces de deslucir sus habilidades y ponerlas al servicio de quien dice ser más que ellos? Y todo por transitar por el camino fácil.

sábado, 8 de julio de 2017

Desde el principio, hasta el final

- ¿Qué escribes?
- El final de una historia.
- ¿Todas las historias tienen finales?
- No siempre, pero hay que escribirlo.  Sin finales no vuelven a haber principios.
- ¿Por qué escribes?
- Para no humedecer el llanto.  Las palabras también son llanto, pero son un llanto seco.
- ¿Y por qué hay llanto en tus palabras?
- Hay llanto de alegría y también de tristeza.
- Pero dicen que las lágrimas limpian. ¿No es más fácil llorar?
- A veces no. Es que las lágrimas no explican.
- Pero las palabras no sólo explican, a veces hieren.
- También lo hace el silencio, a veces es tan rompedor. Yo prefiero las palabras, el silencio desgarra.
- El silencio también se escribe, ¿o no?