viernes, 26 de mayo de 2017

Después de una pesadilla

Un penetrante olor a herida sangrante manchaba el espacio.  Un olor férreo, punzante, amargo.  Era de noche, una noche sin luna, sin estrellas.  Las sombras se perseguían entre sí y se confundían, se trenzaban y se soltaban.  El silencio era ensordecedor.  Alguna garganta dejaba escapar en susurro su llanto contenido.  Había miedo, se sentía el miedo en las paredes golpeadas, en los cristales rotos, en las piedras que quedaban esparcidas, en las flores mustias que ya no daban color al cementerio.  Había miedo y por eso el llanto se reprimía.
La oscuridad dominaba el horizonte, el cielo, la tierra, los pasos.  Las manos se buscaban y no se encontraban.  Había dolor en los recuerdos, había rencor en las heridas, había ira contenida, había amargura en las tazas que se servían, la miel seguía siendo espesa, pero no dulce. 

viernes, 19 de mayo de 2017

Cuando los círculos se hacen viciosos

Querían culpar a otros de sus propias limitaciones, querían aparentar lo que no era, pero necesitaban ser. Querían más que pertenecer, más que estar.  Esa necesidad de sentirse más, de tener más, de poder más.  No sé si es que nacieron así o se fueron haciendo con los años, pero resultaban realmente insoportables. Y en eso de querer trepar a costa de lo que sea, se montaron en su propio círculo del que no pudieron ya nunca escapar. ¿Qué clase de círculo? Uno vicioso, por supuesto, que por más que se avanza en él siempre se vuelve a lo mismo, da igual en qué punto, siempre será un punto de retorno.

viernes, 12 de mayo de 2017

Las palabras que brotaron

Que nadie juzgue el ardor de mi dolor. Que nadie mida el tamaño de mi pena, ni el ancho de mi sonrisa. Que nadie pretenda pesar mi corazón, ni pintarlo de otro color. Que mi corazón tiene el color de mi vida y es mi color. Que mi perfume huele a tierra, a mi tierra, aunque me bañe en mares de sal fría, aunque me queme el sol de un otoño ajeno que me abraza y me dice que me quiere. Que cuando quiero gritar grito y cuando quiero llorar lloro. Que mi llanto también es de lluvia que ablanda el camino y lo hace fértil. Que mi tristeza es mía y mi alegría es mía. Que sé amar y mucho. Que el viento me golpea y me despeina y yo sigo. Que si quiero mirar, miro y si quiero soñar, cierro los ojos y vuelo alto, muy alto. Que no siento vergüenza y amo lo que me levanta y me acaricia. Que soy de aquí y de allá, que vengo de cualquier parte y siento de cualquier modo. Y sé luchar porque no me acobardo, aunque tenga miedo. Que no me atan las cadenas, ni las miradas. Que la palabra es mi bastión, que mi orgullo es mi honor. Que exploto y sonrío a la vez y regalo mis ilusiones al viento, a quien las quiera. Y las escribo porque sí, porque se me salen y las recojo en una cesta y las amontono para lanzarlas al cielo y que vuelen y se vayan, o que se caigan y mueran. Es igual…
Que veo a mi gente llorar y no aguanto más. Que veo a mi gente morir y no puedo más. Y me indignan los falsos decretos y las miradas esquivas de quien no se quiere enterar. Que la lucha existe, aún quedan fuerzas y cada quien lucha como puede. Que mi corazón se estremece cuando se agota de tanto apretar para que el llanto no aparezca de nuevo. Y recuerdo que hay esperanzas, a pesar del humo y los disparos lanzados desde los ojos, desde los muros, desde las letras y también desde las armas.
Que ya quiero que se callen los murmullos de fantasmas que usurpan lo que no les pertenece y quiero que se vayan y no vuelvan. Que ya es bastante, que ya es suficiente y he dicho que no quiero más. ¡Ya basta! Que no quiero que me miren de lejos, sino de cerca. Que no quiero leer abrazos, ni besos, yo sólo quiero abrazar y besar: los sentimientos, los cuerpos frágiles y los erguidos, las espaldas jorobadas de tanto cargar el peso de la miseria ajena, las pieles sufridas de tanto soportar el desgaste de la palabra hiriente… los recuerdos, es que se encienden los recuerdos… ¡Ya basta!, le dije al vacío insoportable que me separa de lo que es mío. Que es mío y lo repito porque es mío. Como mi color, como mi perfume, como lo profundo de mis ojos que todo lo graban, como mi garganta muda y mis manos que tanto hablan. Que mi entereza no se perturba y lo decidí sin saberlo, así como decidí caminar por la vía contraria aunque me empujen, aunque tropiece.  Que el tiempo está a mi favor, aunque se quede dormido de vez en cuando, y está conmigo, aunque se esconda detrás de la rutina de todos los días.
Que no sé hasta cuándo, ni hasta dónde, que sólo sé que sigo, que permanezco mientras tenga vida y no me desvío.  No quiero pensar en quien no pienso, ni quiero mirar a quien no miro.  Pero sé que se irán los que se tengan que ir y vendrán los que tengan que venir.

Que el silencio grita y ya no se ahoga.  Que todo cambia y cambiará.  Cierro los ojos, pienso.  Es que me he hecho rebelde de tanta injusticia maquillada, tanto egoísmo… Mejor no pienso más, sólo confío.

sábado, 6 de mayo de 2017

Cuando un dedo tapa más que el sol


… Y mientras tanto, en algún lugar de la estratósfera mental de cuyo lugar se resistía a salir, se encontraba la conciencia de aquél convertido en una especie de soldado servil, incapaz de interpretar lo que se desnudaba ante sus ojos, incapaz de creer que en sus manos estaba el poder de cambiar para mejorar.  ¡Que sí!, le gritaban las sangrantes heridas, ¡que se puede ser más y mejor, que la verdad no es la que te enseñaron a repetir, que el mundo es más grande aún, que es profundo, que no tiene límites, que los límites te los inventaron y tú te los creíste!