sábado, 8 de julio de 2017

Desde el principio, hasta el final

- ¿Qué escribes?
- El final de una historia.
- ¿Todas las historias tienen finales?
- No siempre, pero hay que escribirlo.  Sin finales no vuelven a haber principios.
- ¿Por qué escribes?
- Para no humedecer el llanto.  Las palabras también son llanto, pero son un llanto seco.
- ¿Y por qué hay llanto en tus palabras?
- Hay llanto de alegría y también de tristeza.
- Pero dicen que las lágrimas limpian. ¿No es más fácil llorar?
- A veces no. Es que las lágrimas no explican.
- Pero las palabras no sólo explican, a veces hieren.
- También lo hace el silencio, a veces es tan rompedor. Yo prefiero las palabras, el silencio desgarra.
- El silencio también se escribe, ¿o no?
- Sí, en los pentagramas.  Pero no se puede llenar un pentagrama de silencios, sería música sin sonido, sólo compases. Hacen falta las notas, son las palabras de la música, los silencios son para respirar y seguir, para adornar la melodía con sus pausas.
- ¿Y si llenamos pentagramas de lágrimas y silencios?
- ¡No seas cruel!, llénalos de notas, llénalos de palabras.
- ¿Son tuyas todas esas lágrimas?
- A veces son tan ajenas como las palabras.  Muchas las recojo por ahí, mientras camino.  La gente las va dejando.
- ¿No crees que las palabras se desvanecen, se desgastan de tanto usarlas, de tanto leerlas?
- Al contrario, se fortalecen, se llenan de energía.  Por eso hay que usarlas con cuidado. 
- Y tú, ¿cómo las usas?
- Intento no desperdiciarlas, son muy valiosas.
- ¿Quién las desperdicia?
- Quien las desconecta del corazón.  Las lágrimas suelen decir lo que el corazón calla, los silencios suelen reprimir al corazón que late y las palabras lo pueden engañar.  Cuando las lágrimas se desbordan, delatan al silencio y a la palabra.
- Pero tú juegas con las palabras.
- Las reparto en las páginas de un libro que no es de nadie y es de todos.
- ¿Alguna vez has robado palabras?
- Siempre, pero las he regresado. Ninguna me pertenece.
- ¿Y qué más has robado?
- Eso te lo cuento otro día.
- O sea, ¡que has robado!
- Ahora mismo robo tu tiempo, antes de que otro te lo quite. Es parte de mi colección.
- ¡Coleccionas tiempo!
- Ya lo ves. Hago cosas raras.
- Y tu historia, ¿ya tiene un final?

- Tú me llevaste a él.  Lo acabas de encontrar.  Ahora hay que comenzar una nueva historia.  Recuerda que sin finales no vuelven a haber principios y esta historia ya llegó a su final.

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