viernes, 30 de junio de 2017

A mis valientes niños de allá

No es justo que sean mis niños los que defiendan la paz que otros hemos descuidado.

No es justo que sean ángeles los que expongan sus alas ante el tirano que se las viene a cortar.

No es justo que sean ellos los que se vayan volando alto, diciendo adiós al sueño blanco que los llevó a ponerse al frente y gritar ¡ya basta! ante malvados tiranos con sus macabras ideas.

Mis niños sufren, sus padres lloran, un país se deshidrata, los violines cantan, el fuego los arrasa, los quema y ellos siguen luchando.  Con impotencia y dolor los veo desde este país prestado.

¿Alguien conoció valientes? No hay que ir a bibliotecas ni hurgar libros de historia. Ellos están allí. Los valientes existen. Usan franelas y escudos de cartón. Usan guantes blancos y zapatos de correr, los de correr hacia adelante. Se pintan la cara de estrellas y con ellas iluminan el cielo que otros ya han apagado.

No hace mucho sus madres limpiaban con jabón los pegotes de plastilina que quedaban en sus manos. Hoy son sus compañeros los que limpian de sus manos la sangre que su propio pecho arroja y se riega en el asfalto.  Sus ojos llenos de vida se empapan con el sudor de la muerte y aun así continúan implorando libertad.

¡Cómo no bendecir sus alas blandas y puras! ¡Cómo no llorar por ellos!  Si es que se lanzan a defendernos de aquellos que con su maldad han usurpado hasta nuestros sueños, le han cambiado el color, han trastocado su final y han hecho que hasta de nuestra sombra tengamos que desconfiar. El cuento del lobo nos persigue a diario, ya no sabemos si viene o si se escondió, si se lo inventaron ellos o es nuestra propia sombra la que se convirtió en feroz.  ¡Cuánta confusión, cuánto caos, cuánta verdad disfrazada!
¿Qué está pasando allá?, me preguntan cuando me ven. No es esa tu mirada, ni es esa tu expresión. Ya no sé ni cómo explicarlo. Creerán que estoy delirando.  Y es que estoy en un país prestado en el que los niños son niños y se dedican a jugar, a vivir y a soñar, y no sé cómo explicarles que los de allá se hicieron grandes antes de aprender a jugar.  Que se dedican a liberar, que son libertarios de vocación, que están hartos de no saber jugar un juego obvio, normal, que se tuvieron que saltar casi dos décadas, muchos aún sin haberlas vivido y hacerse grandes a fuerza de coraje y voluntad.


Que Dios los guardé a ustedes ángeles de la guarda de esta humanidad. Que los bendiga, que los proteja, que se meta en sus escudos y les devuelva la libertad que están decididos a lograr.  Por ustedes, por sus padres, por los que están y los que vienen, por los de allá y por los de acá, por su vida, su amor y su coraje, mis valientes niños libertarios de allá, que se hicieron héroes sin explicación, defendiendo a todo un pueblo de un daño que otros no supimos alejar.  Ya los quisiera ver jugar, ya los quisiera ver cantar y bailar y reír. Mis valientes niños de allá. 

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