No es justo que sean mis niños los que
defiendan la paz que otros hemos descuidado.
No es justo que sean ángeles los que
expongan sus alas ante el tirano que se las viene a cortar.
No es justo que sean ellos los que se
vayan volando alto, diciendo adiós al sueño blanco que los llevó a ponerse al
frente y gritar ¡ya basta! ante malvados tiranos con sus macabras ideas.
Mis niños sufren, sus padres lloran, un
país se deshidrata, los violines cantan, el fuego los arrasa, los quema y ellos
siguen luchando. Con impotencia y dolor
los veo desde este país prestado.
¿Alguien conoció valientes? No hay que ir
a bibliotecas ni hurgar libros de historia. Ellos están allí. Los valientes
existen. Usan franelas y escudos de cartón. Usan guantes blancos y zapatos de
correr, los de correr hacia adelante. Se pintan la cara de estrellas y con
ellas iluminan el cielo que otros ya han apagado.
No hace mucho sus madres limpiaban con
jabón los pegotes de plastilina que quedaban en sus manos. Hoy son sus
compañeros los que limpian de sus manos la sangre que su propio pecho arroja y se
riega en el asfalto. Sus ojos llenos de
vida se empapan con el sudor de la muerte y aun así continúan implorando
libertad.
¡Cómo no bendecir sus alas blandas y puras! ¡Cómo no llorar por ellos! Si es que se lanzan a defendernos de aquellos
que con su maldad han usurpado hasta nuestros sueños, le han cambiado el color,
han trastocado su final y han hecho que hasta de nuestra sombra tengamos que
desconfiar. El cuento del lobo nos persigue a diario, ya no sabemos si viene o
si se escondió, si se lo inventaron ellos o es nuestra propia sombra la que se
convirtió en feroz. ¡Cuánta confusión, cuánto
caos, cuánta verdad disfrazada!
¿Qué está pasando allá?, me preguntan
cuando me ven. No es esa tu mirada, ni es esa tu expresión. Ya no sé ni cómo
explicarlo. Creerán que estoy delirando.
Y es que estoy en un país prestado en el que los niños son niños y se
dedican a jugar, a vivir y a soñar, y no sé cómo explicarles que los de allá se
hicieron grandes antes de aprender a jugar.
Que se dedican a liberar, que son libertarios de vocación, que están
hartos de no saber jugar un juego obvio, normal, que se tuvieron que saltar
casi dos décadas, muchos aún sin haberlas vivido y hacerse grandes a fuerza de
coraje y voluntad.
Que Dios los guardé a ustedes ángeles de
la guarda de esta humanidad. Que los bendiga, que los proteja, que se meta en
sus escudos y les devuelva la libertad que están decididos a lograr. Por ustedes, por sus padres, por los que
están y los que vienen, por los de allá y por los de acá, por su vida, su amor y su
coraje, mis valientes niños libertarios de allá, que se hicieron héroes sin explicación,
defendiendo a todo un pueblo de un daño que otros no supimos alejar. Ya los quisiera ver jugar, ya los quisiera
ver cantar y bailar y reír. Mis valientes niños de allá.
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