sábado, 25 de noviembre de 2017

El rumor de un instante


Tal vez dejaste algo por el camino,
quizás fueron flores, quizás mil amores.
Tal vez olvidaste recoger algún abrazo,
quizás no sentiste, quizás te rendiste.
Tal vez no viste las luces,
ésas que brillaban desde sus ojos.
Tal vez pensaste que fue un enojo 
el que te hizo andar más de prisa.
Y sin querer decidiste, 
ya no sabes si por impulso o por pensar en su risa.
Quizás hubo calor,  tal vez sólo un poco de frío.
Creíste que soñabas y su mano tomaste.
Creíste que dormías y en sus labios despertaste.
Ya no hubo amor, fue más que eso.
Ya no hubo dolor, ni remordimiento, ni flores, ni enojos.  
Fue sólo un momento, sin olvido, sin luces,  sin prisas.
Fue sólo un beso, tal vez dos o tres.  
Bajo un árbol de cerezos que sembraste en sus ojos,
dejaste lo que olvidó el camino, 
da igual si con flores, luces o prisas,
da igual si con risas.
Tal vez fue así, tal vez no ocurrió.
Tal vez fue sólo un perfume
suave, ligero y penetrante
el que inspiró la imaginación
del rumor de un instante.

domingo, 24 de septiembre de 2017

Lo que ya no saben

Ya no saben lo que es mentira,
ya no saben lo que es verdad.
No saben si lo de antes fue cierto,
no saben si lo de ahora es realidad.
Sus recuerdos los confunden,
sus lágrimas gritando están. 
¿Fue su historia un sueño o acaso un invento del azar? 
¿Fue su verdad de humo o de mentira su andar?
Ella conoce su verdad: la de él.  Él conoce su mentira: la de ella.
Se miran y saben lo que hay detrás.
Sus labios no hablan, ya dejaron de besar.
Sus ojos no lloran, se cerraron sin hablar.
Algo pasó que todo lo hizo cambiar,
algo pasó y no lo saben explicar.
Los veo y no los comprendo, no sé si ellos lo logran comprender.
La verdad no es un sueño, es sólo la verdad.
La mentira no es irreal, se cuela y rompe la verdad.
¿Alguien lo puede explicar?
Ellos se van. Nadie se queda.
Todos contemplan el vacío.
Se toman de la mano y caminan hacia el jamás.

jueves, 14 de septiembre de 2017

Crónica de un letargo

No sé si quiero o no quiero, tal vez sí, tal vez no.  No sé si abrir los ojos, tal vez los abra, tal vez no.  Tampoco sé si quiero pensar, para eso ni siquiera tengo un tal vez.  Y a mi corazón no le quiero preguntar, seguro que ya no quiere responder, quizás se ha cansado de mí.  También se cansa, igual que me he cansado yo.
Le pregunto a mis manos, ellas siempre quieren ayudar.  Pero las veo cansadas, creo que se quieren marchar, tal vez porque les he prestado poca atención y así, maltratadas, no me quieren escuchar.  Las pobres, mejor ni las miro, querrán descansar. Les regalaré una flor, a ellas les gustan las caricias suaves, tal vez se entretengan desojando sus pétalos, desojando margaritas, al igual que la canción.
Sigo con mi duda y sin ganas de pensar.  A decir verdad, sin ganas de moverme.  Como el tiempo cuando lo mueve un ventilador, lento, muy lento. Así es el tiempo cuando no quiero pensar y mi cuerpo parece que tampoco me quiere ayudar.

sábado, 9 de septiembre de 2017

La dama inquietante

Feroz como una loba hambrienta, pero a la vez tan sensual como el labial cerezo que esconde siempre bajo su pecho. Con la postura de una yegua en celo: erguida y presumida, con la elegancia de una gacela en vuelo: distante y solitaria.

A veces fría, como la copa olvidada en la mesa por los amantes presurosos que lo olvidan todo por un momento de locura.  A veces tan cálida, como el abrazo que los despierta al amanecer y les recuerda que deben irse.

Tan peligrosa como la garganta sonora de aquel que grita su verdad... Tan sutil como la bala que se desliza inclemente por el túnel del fusil.

jueves, 31 de agosto de 2017

La breve historia de dos amantes

Esta es la historia que nunca comenzó y que aun así, poco a poco va llegando a su final.  Es la historia de dos amantes que amándose, nunca se amaron, que se encontraron aunque nunca se buscaron, que enlazaron sus miradas a pesar de que nunca llegaron a mirarse. La historia que sin tener principio, creyeron comenzar y sin tener final, creyeron terminar.

Sintieron lo que no había, se inventaron un sólo corazón que no llegaron a compartir, se dijeron lo que jamás se escuchó, se escribieron las cartas que nunca llegaron.

viernes, 25 de agosto de 2017

Desde el sillón gris


Había mucha gente en ese lugar.  Todos muy distintos, con diferente caminar, de muchos colores, de muchos sonidos.  Reían y hacían.  Gesticulaban con todo su cuerpo, a veces en grupos, a veces en parejas, a veces en solitario.  Iban y venían.
Se encontraron dos y se saludaron con emoción.  Un abrazo los despidió.  Los  vi alejarse sin mucha ilusión, como si el encuentro anterior no hubiese existido.  Entonces, ¿por qué se abrazaron?... Ellos lo sabrían…
Seguí observando, no sabía muy bien de qué se trataba el lugar o la ocasión.  Conversaban tres y se sumó un cuarto.  Al parecer tomaron alguna decisión, pues se separaron con un gesto de acuerdo y siguieron sin mirar atrás.

viernes, 18 de agosto de 2017

Una semana cualquiera

Suena el despertador, comienza la carrera, hay que darse prisa, el agua para el té, la ducha que aún duerme, el desayuno con fibras, vitaminas, algo de cereal para el vigor y el infaltable café para el valor. Sí, el que hace falta para no morir en el intento. ¿Tostadas, mermelada? Da igual, casi suena el disparo de salida y aún no se ha vestido, hay que correr y no puede salir así, sin maquillaje. Se viste de prisa, se maquilla a medias, el resto por el camino. La hora de entrada, la de salida. Los compromisos de la agenda, los que no estaban en agenda, los antojos de cualquiera, las prisas de los otros, las de aquéllos y las de los demás.

jueves, 10 de agosto de 2017

El vuelo del halcón

Vuela el halcón, vuela lejos sin mirar atrás.  Se va y su amada no lo ve marchar.  No hubo tiempo de flores, ni de perfumes, no hubo tiempo para una mirada más.
Hubo un poema que se quedó atascado en un atardecer.  Hubo olas, hubo aleteos, hubo gorriones escondidos detrás de los arbustos, husmeando el gorgoteo de sus corazones húmedos, buscando entender en ellos el andar peregrino que alejó sus picos y separó sus alas.
Tan inesperada fue su partida, como ansiados fueron sus besos.  Tan desconsolada quedó su amada, como impregnados de alas abrazadas quedaron sus recuerdos.

viernes, 14 de julio de 2017

Lo siento por ellos…

Allí están, aferrados a lo que parece un último aliento. Sus gestos muestran falta de voluntad, como quien ha perdido autenticidad. No creen en sus propias fuerzas y se cuelgan a las de aquel que presume tenerlas. Aparentan un rigor que no tienen y se excusan tácitamente al estar del lado del poder que los protege y acoraza.  Ha sido mucho el tiempo sintiéndose blindados y sus cuerpos se han acostumbrado a esa rara paz impuesta a la fuerza. No sé si es pena lo que dan, no creo que den para más, tampoco creo que den para menos.  Dan lo que un mortal súbdito puede dar cuando ya no tiene voluntad.

¿Valientes? Tal vez. Una valentía extraña. Quizás ellos se sientan así. Quienes no han conocido la libertad quizás puedan sentirse valientes cuando defienden filosofías aprendidas, da igual si encerradas y de único criterio.  Pero quienes han vivido en libertad alguna vez, ¿cómo pueden sentirse valientes para defender encierros mentales y límites conductuales? ¿Tan incapaces se sienten de poder vivir por su cuenta, que son capaces de deslucir sus habilidades y ponerlas al servicio de quien dice ser más que ellos? Y todo por transitar por el camino fácil.

sábado, 8 de julio de 2017

Desde el principio, hasta el final

- ¿Qué escribes?
- El final de una historia.
- ¿Todas las historias tienen finales?
- No siempre, pero hay que escribirlo.  Sin finales no vuelven a haber principios.
- ¿Por qué escribes?
- Para no humedecer el llanto.  Las palabras también son llanto, pero son un llanto seco.
- ¿Y por qué hay llanto en tus palabras?
- Hay llanto de alegría y también de tristeza.
- Pero dicen que las lágrimas limpian. ¿No es más fácil llorar?
- A veces no. Es que las lágrimas no explican.
- Pero las palabras no sólo explican, a veces hieren.
- También lo hace el silencio, a veces es tan rompedor. Yo prefiero las palabras, el silencio desgarra.
- El silencio también se escribe, ¿o no?

viernes, 30 de junio de 2017

A mis valientes niños de allá

No es justo que sean mis niños los que defiendan la paz que otros hemos descuidado.

No es justo que sean ángeles los que expongan sus alas ante el tirano que se las viene a cortar.

No es justo que sean ellos los que se vayan volando alto, diciendo adiós al sueño blanco que los llevó a ponerse al frente y gritar ¡ya basta! ante malvados tiranos con sus macabras ideas.

Mis niños sufren, sus padres lloran, un país se deshidrata, los violines cantan, el fuego los arrasa, los quema y ellos siguen luchando.  Con impotencia y dolor los veo desde este país prestado.

¿Alguien conoció valientes? No hay que ir a bibliotecas ni hurgar libros de historia. Ellos están allí. Los valientes existen. Usan franelas y escudos de cartón. Usan guantes blancos y zapatos de correr, los de correr hacia adelante. Se pintan la cara de estrellas y con ellas iluminan el cielo que otros ya han apagado.

viernes, 23 de junio de 2017

El destino y los muertos vivientes

Había una vez un señor llamado Destino, que nació no se sabe si de día o de noche y tampoco se sabe muy bien cuándo, que vivió no se sabe si contento o amargado, que nadie sabe si murió o se escondió, que hacía su trabajo y era crear destinos, que tenía pajes que le servían, a quienes enseñó la forma de hacer destinos.  Se sabe que los imaginaba, los proyectaba, los construía, los guiaba y los cuidaba para que ocurrieran como estaba escrito.  Los pajes se encargaban de que su legado permaneciera por todas las generaciones.

Ocurrió un día que uno de los pajes, a quien había sido encargado el destino de una nación entera, se quedó dormido y las cosas comenzaron a funcionar como no debían.  Ese día se convirtió en semanas y luego en meses… más tarde en años. El paje no despertaba, el destino estaba equivocado y a toda una generación le tocó morir, en lugar de nacer.  Sí, es que nacieron muertos, desde que nacieron estaban muertos.

sábado, 17 de junio de 2017

La vida en pocos pasos


Todos los días era el mismo despertar, el mismo sonido del reloj, sólo cambiaba el momento del instante menos deseado, pues un día avanzaba el despertador dos minutos, otro día lo adelantaba uno, otro lo atrasaba tres… y así, jugaba con los minutos para tratar de escapar por instantes de la costumbre.
Dejó lista el agua para su café mientras tensaba su piel y sus neuronas con agua fría, evitando el aspecto de zanahoria hervida que la acompañaba en las mañanas. Preparó su café muy caliente en la taza de siempre, en el rincón de siempre y lo acompañó con la tostada de siempre. Se vistió con la combinación de los lunes, era un día lleno de fuerza y los colores debían ser fuertes: azul intenso, negro, violeta, verde oscuro.  Eligió el vestido violeta y con la intensidad de ese color salió de casa a devorarse la semana. Treinta y cinco pasos hasta la esquina, doce para cruzar la calle y dos mil trescientos cincuenta y cinco más hasta llegar a su trabajo.  Decidió contarlos un día de esos en los que las preocupaciones la absorbían de tal manera, que se abstraía del mundo real que la circundaba y perdía el contacto con el asfalto y las aceras.  Y así, cada vez que su mente comenzaba a alejarse del mundo terrenal, comenzaba a contar los pasos.

sábado, 10 de junio de 2017

Mientras matan a mis hijos

- ¡Levántate!
- No puedo.
- ¡Vamos, despierta ya!
- No estoy dormido, está pasando.
- Tranquilo, es sólo un sueño.
- No estoy soñando, no es una pesadilla y no puedo estar tranquilo.
- Deja ya de llorar y levántate.
- Que no es un sueño. ¡Que los están matando!
- ¿A quiénes? 
- A mis hijos, son mis hijos.
- ¿Y quién los mata?
- Ellos, los que destruyen el arcoíris para quedarse con las ollas.
- ¿Con las ollas, cuáles ollas?
- Las de la leyenda, las que están repletas de oro al final del arcoíris. 

viernes, 26 de mayo de 2017

Después de una pesadilla

Un penetrante olor a herida sangrante manchaba el espacio.  Un olor férreo, punzante, amargo.  Era de noche, una noche sin luna, sin estrellas.  Las sombras se perseguían entre sí y se confundían, se trenzaban y se soltaban.  El silencio era ensordecedor.  Alguna garganta dejaba escapar en susurro su llanto contenido.  Había miedo, se sentía el miedo en las paredes golpeadas, en los cristales rotos, en las piedras que quedaban esparcidas, en las flores mustias que ya no daban color al cementerio.  Había miedo y por eso el llanto se reprimía.
La oscuridad dominaba el horizonte, el cielo, la tierra, los pasos.  Las manos se buscaban y no se encontraban.  Había dolor en los recuerdos, había rencor en las heridas, había ira contenida, había amargura en las tazas que se servían, la miel seguía siendo espesa, pero no dulce. 

viernes, 19 de mayo de 2017

Cuando los círculos se hacen viciosos

Querían culpar a otros de sus propias limitaciones, querían aparentar lo que no era, pero necesitaban ser. Querían más que pertenecer, más que estar.  Esa necesidad de sentirse más, de tener más, de poder más.  No sé si es que nacieron así o se fueron haciendo con los años, pero resultaban realmente insoportables. Y en eso de querer trepar a costa de lo que sea, se montaron en su propio círculo del que no pudieron ya nunca escapar. ¿Qué clase de círculo? Uno vicioso, por supuesto, que por más que se avanza en él siempre se vuelve a lo mismo, da igual en qué punto, siempre será un punto de retorno.

viernes, 12 de mayo de 2017

Las palabras que brotaron

Que nadie juzgue el ardor de mi dolor. Que nadie mida el tamaño de mi pena, ni el ancho de mi sonrisa. Que nadie pretenda pesar mi corazón, ni pintarlo de otro color. Que mi corazón tiene el color de mi vida y es mi color. Que mi perfume huele a tierra, a mi tierra, aunque me bañe en mares de sal fría, aunque me queme el sol de un otoño ajeno que me abraza y me dice que me quiere. Que cuando quiero gritar grito y cuando quiero llorar lloro. Que mi llanto también es de lluvia que ablanda el camino y lo hace fértil. Que mi tristeza es mía y mi alegría es mía. Que sé amar y mucho. Que el viento me golpea y me despeina y yo sigo. Que si quiero mirar, miro y si quiero soñar, cierro los ojos y vuelo alto, muy alto. Que no siento vergüenza y amo lo que me levanta y me acaricia. Que soy de aquí y de allá, que vengo de cualquier parte y siento de cualquier modo. Y sé luchar porque no me acobardo, aunque tenga miedo. Que no me atan las cadenas, ni las miradas. Que la palabra es mi bastión, que mi orgullo es mi honor. Que exploto y sonrío a la vez y regalo mis ilusiones al viento, a quien las quiera. Y las escribo porque sí, porque se me salen y las recojo en una cesta y las amontono para lanzarlas al cielo y que vuelen y se vayan, o que se caigan y mueran. Es igual…
Que veo a mi gente llorar y no aguanto más. Que veo a mi gente morir y no puedo más. Y me indignan los falsos decretos y las miradas esquivas de quien no se quiere enterar. Que la lucha existe, aún quedan fuerzas y cada quien lucha como puede. Que mi corazón se estremece cuando se agota de tanto apretar para que el llanto no aparezca de nuevo. Y recuerdo que hay esperanzas, a pesar del humo y los disparos lanzados desde los ojos, desde los muros, desde las letras y también desde las armas.
Que ya quiero que se callen los murmullos de fantasmas que usurpan lo que no les pertenece y quiero que se vayan y no vuelvan. Que ya es bastante, que ya es suficiente y he dicho que no quiero más. ¡Ya basta! Que no quiero que me miren de lejos, sino de cerca. Que no quiero leer abrazos, ni besos, yo sólo quiero abrazar y besar: los sentimientos, los cuerpos frágiles y los erguidos, las espaldas jorobadas de tanto cargar el peso de la miseria ajena, las pieles sufridas de tanto soportar el desgaste de la palabra hiriente… los recuerdos, es que se encienden los recuerdos… ¡Ya basta!, le dije al vacío insoportable que me separa de lo que es mío. Que es mío y lo repito porque es mío. Como mi color, como mi perfume, como lo profundo de mis ojos que todo lo graban, como mi garganta muda y mis manos que tanto hablan. Que mi entereza no se perturba y lo decidí sin saberlo, así como decidí caminar por la vía contraria aunque me empujen, aunque tropiece.  Que el tiempo está a mi favor, aunque se quede dormido de vez en cuando, y está conmigo, aunque se esconda detrás de la rutina de todos los días.
Que no sé hasta cuándo, ni hasta dónde, que sólo sé que sigo, que permanezco mientras tenga vida y no me desvío.  No quiero pensar en quien no pienso, ni quiero mirar a quien no miro.  Pero sé que se irán los que se tengan que ir y vendrán los que tengan que venir.

Que el silencio grita y ya no se ahoga.  Que todo cambia y cambiará.  Cierro los ojos, pienso.  Es que me he hecho rebelde de tanta injusticia maquillada, tanto egoísmo… Mejor no pienso más, sólo confío.

sábado, 6 de mayo de 2017

Cuando un dedo tapa más que el sol


… Y mientras tanto, en algún lugar de la estratósfera mental de cuyo lugar se resistía a salir, se encontraba la conciencia de aquél convertido en una especie de soldado servil, incapaz de interpretar lo que se desnudaba ante sus ojos, incapaz de creer que en sus manos estaba el poder de cambiar para mejorar.  ¡Que sí!, le gritaban las sangrantes heridas, ¡que se puede ser más y mejor, que la verdad no es la que te enseñaron a repetir, que el mundo es más grande aún, que es profundo, que no tiene límites, que los límites te los inventaron y tú te los creíste!

viernes, 28 de abril de 2017

El merecedor


Lo escuchaba atentamente mientras su verborrea comenzaba a inquietarme.  Sonreía muy seguro de lo que hablaba, fácilmente dejó al descubierto su perfil. Él dirigía la conversación hacia sus intereses, quería saber de mí, mientras yo esquivaba sus pretensiones y él seguía mostrando su cara más abierta.  No le dije mucho, no contrarié su exposición, quería saber qué hay detrás de la gente que se pone siempre del lado del merecer. Es que eso fue precisamente lo que identifiqué en él: se sentía el gran merecedor. 
Todo lo merecía, todo le tocaba, todo le convenía, se lo asignaban, le correspondía.  Se sabía todas las leyes, sin ser abogado… Bueno, más bien se sabía todas aquéllas que le generaban alguna correspondencia, algún beneficio: social, económico, jurídico, espacial, existencial, terrenal, universal, estelar…

sábado, 22 de abril de 2017

Crónica de un tiempo que no debió existir

Todo comenzó un día antes y acabó el día siguiente del día siguiente, un poco después de la hora de siempre, minutos más, minutos menos.  Todos estaban en el mismo sitio, todos menos uno, que estaba como siempre en el otro lugar, más allá de cualquier parte, más cerca que lejos, haciendo planes y torciendo la vida de otros. Su tiempo era impreciso, su lugar usurpado, su espacio robado, su espíritu rebelde y desagradecido, su presencia insolente.
Nació porque sí, porque le tocaba.  Pero no debió nacer,  llevaba mucho odio en sus entrañas y lo escupía entre pétalos para encantar a los desencantados. Ojos cerrados, brazos al frente, manos caídas, mirada vacía, risa aprendida.  Muñecos repetidos, aprendidos, desalmados. Así quedaron quienes lo seguían.
Por las noches se reía de su hazaña. En el día acariciaba sus deseos, para seducirlos más y hacerlos obedientes.  Dos seres en uno, ángel y demonio, con su verbo decorado y sus dientes afilados.  Siempre listo para cualquier batalla, daba igual si en medio de la paz o de la guerra, había que batallar.

viernes, 7 de abril de 2017

Pensemos…

- Ven, quiero que pensemos.
- ¿Que pensemos? ¿De qué hablas?
- Quiero que pensemos juntos.
- ¿Pensar juntos? ¿Ahora te da por pensar juntos?
- Me encantan tus pensamientos. Eres tan brillante, tan ocurrente. Seguro que podemos hacer mucho juntos. 
-¿Te parece? Pero si el de las ideas eres tú. Siempre planificando, imaginando, proyectando... Y yo no quiero pensar, estoy muy cómoda aquí.
- Siempre pienso en ti cuando proyecto mi vida. No sé ir por el camino sin tu mano, sin tu alegría, sin tu ternura. Me gusta cuando hablas, cuando sueñas. Quiero que pensemos entre los dos. Es que cada vez que tengo una idea, tú la sabes multiplicar y es lo que quiero ahora.
- Tú y tus ideas... ¿Estás seguro? Puede ser peligroso.
- Segurísimo.

viernes, 31 de marzo de 2017

Esencia de inexpresión

Su presencia es como estar y no estar, ser y no ser ¿Acaso refleja en algún momento alguna expresión distinta a la del amanecer o el anochecer, a la de marcharse o quedarse, a la de rechazar o aprobar? Qué manera tan particular de verse siempre igual. No importa el lugar, ni su atuendo, da igual la circunstancia. Su cara parece una caricatura encima de su cuerpo, dibujada sobre un yeso inerte y desabrido. Mirada lánguida, inexpresiva, cejas inmóviles y párpados entristecidos. Su boca, un cajón de respuestas prepagadas, como anuncios de un periódico caducado y arrugado en una esquina a la espera de las gotas de pintura que seguro le han de caer. Una guarida de palabras encerradas que no atinan en la diana por falta de práctica y de confianza. Seguramente ha de tener un mar profundo ahogándole desde dentro, lleno de algas y de corales y de habitáculos con pececillos escondidos con ganas de revolotear entre sus aguas.  Pero todo lo inhibe y lo guarda en esa expresión de despensa vacía.  A veces parece miedo lo que se esconde detrás de su careta apagada, una manera tal vez de ahuyentar a los lobos de su conciencia, para que no aúllen y despierten las melodías ocultas de sus cantares peregrinos entre la carencia y el afecto.

viernes, 24 de marzo de 2017

Mi cielo y yo


Me enamoré del cielo cuando lo vi mirándome desde su lejanía, a veces tan cercana. Su azul dejaba de ser pálido y se iba haciendo más intenso a medida que su estrella grande se ocultaba tras las nubes. Y ellas, escurridizas y anónimas esparcían sus faldas, que como alas de ángeles se dibujaban en desorden sobre aquella estampa que me enamoró. Sí, me enamoró y lo seguí mirando hasta que oscureció. 
Cómo olvidarlo si él estaba allí y me mostró su brillo. Se acostaba sobre el mar, quieto, sosegado. Respiraba mi cabello, lo hacía con el viento. Seguramente envió con él sus mensajes, que me llegaron al oído en forma de caricias suaves y con olor a sal. Me cantó al oído, me susurró poesías. Olía a perfume de mar, a baño de sol. 
No había pájaros en aquel cielo, seguramente prefirieron quedarse en sus ramas contemplándolo como lo hacía yo.

jueves, 16 de marzo de 2017

Inmensamente ella


Muchos creen que lo que se mueve alrededor lo hace sólo a ritmo de lo que piensan quienes observan y dirigen el gran teatro.  Pero es que hay muchos actores y vienen de muchos lugares. Y lo que para algunos es normal, para otros varía entre el disparate y la ingenuidad.  Que cada pueblo crece a su modo, le digo a los que no entienden.   Que sí, que somos copias, somos imitación, que las conductas se expanden como un juego de espejos encontrados. Que hay quienes quieren reflejar la imagen que no está, la que se cruza desde el otro espejo y de pronto aparece en el espejo frontal con otro perfil, con otra mirada, pero haciendo lo que hacen todos.

viernes, 10 de marzo de 2017

La pregunta que faltaba


Había pasado ya mucho tiempo.  Ella había imaginado tantas veces lo que no llegaba, lo que no ocurría, lo que no existía.  Miles de preguntas se enredaban en su cabeza de vez en cuando, mientras esperaba que se hicieran realidad las respuestas. Ese amor con el que soñaba desde niña no tocaba su puerta.  Lo había escuchado en la letra de las canciones, lo había visto en las películas románticas, en las historias ficticias y en las reales.  Todo lo que escuchaba y veía le hacía una inmensa ilusión.  Entonces comenzaba a imaginar momentos y preguntas, conversaciones, cosquillas, imaginaba besos, olores, caricias, caminatas, bailes, tardes en el supermercado, discusiones sobre el aderezo de la ensalada o sobre el color de la pared. 

jueves, 2 de marzo de 2017

Embriagada de sueños

Creo que no me sentó bien el cuento de hadas que me tomé esa noche.  Lo serví en la copa más elegante que encontré.  Alucinaba.  Veía flores y enanos gentiles por todas partes.  Seguramente estaba adulterado o quizás, caducado.  O tal vez la caducada era yo, en mi empeño en tomarme en copas los capítulos de la vida, después de dejarlos fermentar para hacerlos más gustosos, para suavizar su mosto y deleitarme con su sabor embriagante.
Quizás me pasó como a Alicia, cuando en medio de sus maravillas se volvió diminuta.  Así estaba yo ante aquella copa desproporcionada. Una talla poco apropiada, dirían algunos.  Una sobredosis de sueños y de ilusiones, que me dejaron un poco tocada, desvirtuada.

sábado, 25 de febrero de 2017

La batalla ficticia de una guerra real


Era una vez un pueblo en el que se luchaba una gran guerra.  Todos querían el poder para gobernar y aplicar su estilo y sus maneras ¡y dominar!  En esa gran guerra había batallas que se libraban entre varios grupos y mientras las batallas ocurrían, unos parecían ganar el liderazgo, mientras otros parecían perderlo.
Llegó el día de la batalla final y todo ocurrió un poco al revés. Fue un día de extraña gloria en la que ganó el grupo que parecía perder y perdió el grupo que parecía ganar. Entonces, el grupo que parecía ganar, pero que perdió, tuvo que tragarse la arrogancia que engalanaba cada movimiento de sus espadas.  Se llenaron de indignación, de estupor, de rabia y desconsuelo. No se imaginaban perder así. Toda la confianza que habían ganado entre la gente del pueblo se estaba desvaneciendo.  No se lo podían permitir.  Fueron pasando los días y ya no se hablaba de ellos, sólo se les mencionaba para comentar la terrible pérdida en el momento menos esperado. La avalancha los hundía y no estaban dispuestos a asumir una pérdida de tal magnitud.

viernes, 17 de febrero de 2017

El encuentro más deseado

Por fin estaban tan cerca como lo habían imaginado. Sus risas tontas empañaban el ambiente. Sus ojos no encontraban la salida, sólo sabían que habían entrado en ese recinto abierto y lleno de luz que los recibía. Olía a espuma de café, a vapor de flores silvestres, a bruma encendida, a calidez...
Se sentaron cerca de las piedras. No sabían si respiraban o palpitaban. Sus manos se llenaban de ansias, sus pechos de deseos.
Faltaba el aire en aquel lugar rodeado de espacio. Faltaba el sonido en aquel escenario decorado con nubes. Faltaban las palabras que se agrietaban sin salir. Sobraba brillo en aquel cuarteto de pupilas encendidas. Sobraban disparates sin sentido soltados al azar a ver si encajaban en algún lugar. Sobraban los temblores en las manos, sobraba la gente, sobraban las copas añejas desoladas en el rincón de la baranda.

viernes, 10 de febrero de 2017

Un diálogo en desencuentro


No podía evitar escucharlas.  Charlaban como si estuviera cada una en su patio. Las escuché desde mi silla mientras notaba que algo no andaba muy bien allí, así que presté más atención a sus palabras: 
- Necesitaba tanto hablar contigo.  Me siento tan ahogada, es que no sé si decírselo o no, me siento tan insegura.  Tal vez todo es pasajero y al final resulta en nada.
- Pero si no le gusta nadar no debes obligarlo.  No te compliques tanto, siempre hay más opciones.
- ¿Pero de qué opciones hablas? ¿Quién habla de nadar? Te digo que es serio lo que me está pasando.  O tal vez le estoy dando demasiada importancia a algo que es como un juego, algo quizás pasajero, de sólo un rato.
- Sí, te pasa a cada rato.  Ya me lo dijiste antes.  No debes insistirle, ya él verá lo que quiere hacer con su tiempo, todavía es muy joven.

jueves, 2 de febrero de 2017

Un diario a voces

- ¿Qué tal amigo? Tanto tiempo sin vernos. Ven, que sólo tengo un momento y aprovecho para contarte algo: ¿Te acuerdas de nuestro común amigo: Arturo, con quien solíamos encontrarnos al salir de clases?
- Sí amiga, claro, Arturo. Él siempre llevaba una bolsita misteriosa en la que nunca supimos lo que guardaba.  Lo mismo le pasaba a Rodolfo, ¿te acuerdas?, tenía unas mañas tan raras que sólo su madre las entendía.  Por cierto, al cuñado de Rodolfo lo operaron hace poco.  Por fin descubrieron lo que tenía, ya la familia no encontraba qué hacer.  Su hermana Inés, la que siempre sacaba a pasear los perros, me contó el otro día que todos estaban muy contentos porque por fin Rodolfo estaba volviendo a ser el de antes. La familia se había venido abajo con tantos problemas y encima el asunto económico.  Después de lo que tuvieron que soportar en la empresa, con el desfalco que les hicieron mientras ellos confiaban en su administrador: el hijo de don Rafael, el de la carnicería…  Es que casos como el de esa familia ocurren con más frecuencia de lo que pensamos. ¿Tú supiste lo de los Pedrales, los vecinos de Julito, el que siempre estaba con Fabricio, el hijo del profesor de inglés? Pues resulta que esa familia terminó dividida en dos.  Y la política también hizo lo suyo, socavando los problemas que ya habían tenido que afrontar, como si ya llevaran poco. Al final, los gemelos quedaron cada uno en un lado de aquella división.  A uno de ellos lo vi en casa de Felipe el día del cumpleaños de Marta.  Nunca me pierdo esa fiesta, siempre ha sido el mejor momento de encuentro de los amigos de toda la vida.  Y la comida que había en el cumpleaños estaba mejor que nunca.  Hasta Pablo, que siempre se queja de todo, no hacía más que elogiar la esmerada atención de los anfitriones y el maravilloso menú que prepararon para ese día.  Ni punto de comparación con el reencuentro que festejamos el año pasado en la casa de la playa de Ricardo, el primo de Esteban, que siempre se colaba en nuestras movidas y al final terminó siendo uno más de nuestro grupo.  Pues te diré que Ricardo terminó casándose con la novia que tuvo en aquella época en la que hacíamos las excursiones a las montañas.  Su nombre creo que era Luisa, ¿te acuerdas? que tenía una hermana que estudiaba enfermería y fue la que atendió a Ernesto cuando se cayó de la bicicleta mientras la estrenaba después de su cumpleaños. ¡Quién se lo iba a imaginar!... Y para imaginación, la del hijo de doña Diana, la costurera que siempre nos ayudaba cuando preparábamos aquellas fiestas de carnaval que también hacíamos en la casa de Ricardo.  Pues su nombre no lo recuerdo, pero hasta famoso se ha hecho con los diseños extravagantes que se la pasa inventando.  El otro día vi un reportaje que le hicieron en la televisión y si lo vieras, está igualito, ni engorda ni envejece.  No como Arturo, que entre lo calvo y lo gordo que está, no hay quien lo reconozca.  La verdad que la vida a unos castiga y a otros premia.  Pero a él no le ha tocado precisamente el premio.  Supe que enviudó, hasta eso le ha tocado pasar al pobre, como si no hubiera tenido suficiente con la vida que ha llevado, nada envidiable.  Por cierto, ¿tú me ibas a decir algo de Arturo?

sábado, 28 de enero de 2017

El día de mi fuga

Hoy no estuve.  Decidí fugarme un rato conmigo misma. Necesitaba ese encuentro.  Me perseguía un vacío que se adueñaba de mí a ratos y extraía de mí mucho más que mi atención.  De pronto me vi entre fogones, queriendo atizar los espacios, los momentos, queriendo moldear una nueva vida.  Entonces caminé hacia donde me empujaban las chispas que salían de mis brasas.  Allí estaban los recuerdos más espesos.  Los mezclé todos, los aclaré un poco mientras los batía con energía hasta sacarles espuma y los pasé por un colador para que no pasara la borra amarga y sucia.  Los guardé un rato en la nevera hasta que cuajaran.   La idea era que se mantuvieran fríos y cambiaran su apariencia.  Debían ser más suaves, más cremosos.
Busqué deseos en la alacena.  Tenía que haber muchos, estaba segura de haber almacenado unos cuantos.  Allí estaban, empaquetados de diversas formas y, por supuesto, cada uno ajustado con un gancho cuyo color hacía perfecto juego con el color de cada paquete.  No lo puedo evitar, los paquetes deben combinar con sus ganchos, incluso si estoy en una fuga mental.
Comencé a leer las instrucciones de cada paquete de deseos. Especificaban muy bien las cantidades a mezclar y los aderezos a agregar, pero yo preferí hacerlo como me apetecía en ese momento.  Así que tomé un poco de lo que había en el paquete azul, mi preferido, aunque nunca sé lo que guarda dentro.  Tenía puesto un gancho blanco, que lo mantenía cerrado herméticamente.  Así lo había dejado la última vez que lo usé, aunque no recuerdo cuándo fue.  Azul y blanco, combinaban perfectamente.
Los deseos del paquete azul son algo misteriosos, pero a mí me encantan, porque me sorprenden y por lo general, me superan. Medí dos tazas, quería dos porciones, y las reservé en un bol transparente y delicado.  Es lo que se merecen unos deseos tan especiales. Abrí la gaveta de las especias.  Había amor triturado, esperanza en polvo, sonrisas en hojuelas, sabiduría en granos, semillas de paciencia, locura desecada, alegría en forma de unas diminutas zapatillas de baile, imaginación envasada al vacío, dulce de besos en curiosos tarritos de mermelada y unas pepitas de colores que no sé lo que eran, pero su etiqueta decía que daban buena suerte.  Había más especias, pero me gustaron esas, parecían perfectas y yo necesitaba un poco de eso.  Estaba rota y hueca.

De repente, sentí un olor humeante que venía de afuera.  No me gustó, olía a desprecio, a olvido, a desesperanza.  Un olor turbio que abría mi agujero, el de la herida en mi rotura.  Entonces cerré las ventanas y me quedé sola y tranquila.  Respiré hasta conseguir el aroma a soledad que necesitaba para continuar con mi receta.
Mezclé en un gran tazón los recuerdos que ya estaban blandos y fríos, con las dos raciones del paquete azul de los deseos.  Utilicé la cuchara de madera que me regaló mi mamá, la que ella utilizaba para revolver las tazas de ilusión que nos servía en las mañanas y que estaba acostumbrada a sus manos y a su suavidad.  Utilicé movimientos envolventes, como ella me enseñó y fui agregando poco a poco pequeñas raciones de las especias que había reservado para mi nuevo momento.  El color de aquella mezcla se hacía cada vez más brillante, lucía apetitoso.  El fogón estaba a la espera y a punto para recibir aquella mezcla inusual de mi momento fugaz. Se fue cociendo lentamente, a la vez que se doraba y se convertía en una deliciosa masa, una especie de pastel enriquecido de imaginación.  Daba olor a vida, a deseo, a camino fresco.  Olor azul, a tardes de luz exprimidas en mis pensamientos y untadas en mi piel. Olor a flores mimosas, olor a encuentro, a ternura.
Mis brasas ya estaban atizadas, necesitaban paz húmeda para reposarse de nuevo y regresar a la calma que me alejaba del vacío… Y la tuve, la abracé hasta que se alojó en mi pecho.

Aún me queda una ración que guardé del día que no estuve, del día de mi fuga, cuando me encontré conmigo y saqué de mis brasas aturdidas mis mejores ingredientes para poder seguir estando.  Y esa ración que conservo la quiero compartir…

viernes, 20 de enero de 2017

Una historia que tal vez no fue. O tal vez sí...


Era un día cualquiera, quizás era una tarde, tal vez una noche. Era un mes cualquiera de un año cualquiera. Había dos desconocidos que no sabían por qué estaban allí, si era que realmente estaban. Tal vez nadie los veía, tal vez todos los miraban. No sabían lo que sentían, o tal vez no sentían lo que sabían.  A veces temblaban, a veces soñaban, quizás sufrían, quizás reían, quizás vivían. Estaban y no estaban. Eran luz y eran sombra, un sueño tal vez. Ella cantaba, él susurraba, quizás se escuchaban, quizás se pensaban.  Se miraron sin saber que lo hacían. Se tocaron sin acercar sus manos. Se pensaron casi sin pensar, se desearon casi sin querer.  Buscaron en la sombra la luz que no estaba. Sintieron en sus vientres las caricias que no había.  Eran lluvia en días de sol, eran nieve en días de calor, eran fuego escapado del invierno, viento en el vacío, olas en el desierto.

viernes, 13 de enero de 2017

Yo y mis curvas…


Entré al salón de clases con más ganas de irme que de quedarme.  ¡Qué día tan pesado!  Era como un horrible plato de avena: quieto, espeso y sin color.  Todo me salía al revés. Desde que me desperté no había hecho más que tropezar con cuanto objeto y situación se me presentaba.  Y allí estaba el profesor de Microeconomía, con las curvas de oferta y demanda y los conceptos de elasticidad e inelasticidad.  Quería decirle que no me interesaba la reacción de los compradores o la de los ofertantes.  Quería decirle que para inelástica yo, que me daban igual los bienes inferiores o los complementarios o los sustitutos.  Tendría que notarse en la pendiente de mi curva de atención, casi tendiendo a menos infinito. Era evidente que a esa hora y con el día que me servía de antesala, mi tendencia tenía que ser inelástica.  El ejemplo de los palillos mondadientes me tenía sin cuidado.  Acaso estaba yo para analizar que un producto con un precio tan bajo hace que la curva de su demanda sea inelástica ante las variaciones en su precio.  Y empecé a contar palillos en mi mente… uno, dos, tres palillos. ¿Cuánto costarán cinco palillos? Tan bajo es su precio que si me los ponen al doble o al triple, los compraría igual.  Palillos y palillos, qué aburrido. 
El profesor dibujó otra gráfica, dos ejes perpendiculares: cantidad, precio… y ahí viene la curva.  Esta vez de oferta… tan poco  inclinada que casi se duerme, como yo.  Mientras lo escuchaba aburrida, me imaginaba acostada en el eje  horizontal, el de las cantidades, escuchando una canción y tomando lentamente una copa de vino.  Y pensé: esta relación tiene que ser directa, como la curva de oferta, a más vino, más alegría. Seguí tumbada sobre mi eje imaginario. De pronto dibujó una curva de demanda elástica, con una pendiente poco divertida.  Ni un niño se divierte en un tobogán así.  Pensé en la vida, tendría que ser a veces más elástica, llena de reacciones sensibles ante los cambios y no tan aburridas como la inelasticidad que me acompañaba aquel día. Quizás una curva de indiferencia se hubiera adaptado perfectamente a mí.
Pero es que algunas veces soy elástica y otras tan inelástica, sí, como las curvas.  Esa fue mi reflexión de ese día, fue el único concepto que me quedó de aquella clase tan aburrida y que yo intentaba hacer  más divertida.  Se lo quise contar al señor del kiosko.  Lo saludé como todos los días y le dije que ya sabía que compartía algunas de las propiedades de las curvas de oferta y de demanda. Y él, que medio sordo estaba, me preguntó que si mis curvas tenían demanda o si era que yo las había puesto en oferta y las quería compartir. Lo dejé con la duda, mejor era no aclarar aquello, quién me mandó a hablar de más.  Me fui con mis curvas a otro lado. 
Seguí mi camino pensando en la inelasticidad, creo que ese concepto se acercaba más a mi conducta: terca y obstinada.  Es que le entendí que cuando las reacciones son mínimas ante los cambios en la variable que la determina, entonces la curva tiende a ser inelástica, y si la reacción es más importante y su pendiente es mayor que uno, entonces la curva es más elástica.  Yo no tenía las más mínimas ganas de calcular pendientes, que si mayor que uno, que si menor que uno, mi cerebro estaba negado, era más fácil imaginar mi propia conducta ante variaciones en los elementos que me rodeaban: el despertador de la mañana, el cabello enredado y sin forma, el ruido del secador, el tráfico y la polución, el cajero sin dinero, el tacón atascado en la acera, el café tibio y dormido en su taza, mi lápiz sin punta, mi labial descolorido... Y nada me sacaba de mi propósito, seguía mi rumbo sin prestar atención a las variables del camino: inelástica pues.  Al menos eso creía yo.  Es que tenía guardada la otra parte, esa que me hace obsesiva y apasionada. La que me hace tan vulnerable, tan elástica, como la curva de demanda que se asemeja a la hamaca que quisiera acompañar con una copa de vino entre los tallos de dos cocoteros a la orilla del mar.  ¿Lo ves? Es fácil, ya salió mi otro yo, ése que se apasiona con cuanto cambio de color se deja ver en el cielo y cuanta florecita decida vivir entre las grietas de cualquier acera abandonada. Con reacciones tontas y aletargadas no puedes ir por la vida, pensé. Qué más da, así soy, así es más fácil asimilar la vida y también las curvas.

Mi clase de Microeconomía al final no resultó tan fastidiosa como me pareció al principio.  Seguro es mi elasticidad que me permite comprenderlo así, o quizás esa mezcla deterquedad y apasionamiento.  Tal vez soy como la economía: muchos la quieren comprender, pero es difícil de explicar, a veces se entiende y a veces no. Sus curvas pueden ser elásticas o inelásticas, su propósito desemboca siempre en alguna proyección, su futuro es incierto, siempre dependerá de algo, o de alguien. Y mejor ni hablar de los insumos y los productos, eso lo dejamos para otra clase.  Y tal como me despedí del señor del kiosko: mejor me voy con mis curvas para otra parte… Y me llevo el vino…