viernes, 22 de mayo de 2015

Sabor a mar y miel

Se escondían y se asomaban sin saber bien por qué lo hacían.  Eran impulsos que debilitaban su cuerpo y la hacían rendirse de tanto sentir. Y transformados en cosquillas corrían hasta sus ojos luego de suavizar los gestos de sus manos, de hacer temblar sus brazos, de nublar su mirada y hacer escaso su aire.

Se asomaban temblando en su calidez acuosa para esconderse de nuevo, mientras un suave brillo se dejaba ver bajo los párpados caídos.

Un palpitar acelerado, un temblor debilitante, un suspiro entrecortado…


Él se acercaba despacio, cada vez más cerca, ya se escuchaban sus respiraciones. Percibieron sus aromas, sus mejillas se rozaron, sus pensamientos se encontraron. Querían detener el tiempo y eternizar ese acercamiento.  Respirar y sentir y con sólo un roce de sus mejillas elevar sensaciones al cielo.

Se apartó un poco para mirarla a los ojos y sonrió.  Ella lo miró y, sonrojada, nerviosa, inclinó su cabeza mientras sus párpados caían intentando no dejarlas asomar… Y esas gotas de  sentir transparente lograron volver a esconderse…

Pensamientos ahogados querían ya gritar y el grito encontró la salida a esa caverna oculta que silenciaba y ahogaba su estremecer palpitante. Todavía sin darse cuenta, encontraron el aire que faltaba a sus suspiros. Sus mejillas siguieron el roce de sus movimientos y se acariciaron suavemente, sin prisas, como queriendo guardar en la memoria cada segundo, cada suspiro, ese olor a encuentro. Sus labios por fin se rozaron en un suave gesto con sabor a miel. Sus ojos se cerraron.  Se sorprendieron y se entregaron, se mezclaron sus ansias, se acariciaron sus sabores.  Y por fin esa lágrima que se escondía y se asomaba, que daba brillo a su mirada mientras nublaba su espacio, se dejó caer confiada en un impulso contenido que la empujaba y la hacía descender despacio. Era la felicidad que sucumbía en una gota derramada.


Él le robó esa lágrima, la atrapó en un beso antes de que se agotara en su caída y enseguida compartió con ella el sabor a mar que se mezcló con la miel de aquel beso que con tanta ternura estrenaron al fin sus labios. 

1 comentario:

  1. Se asomaban, hasta que el tiempo les dio el encuentro, y manó el más bello momento, el único que los deja verdaderamente embriagados: el beso. Como siempre, bonita reflexión

    ResponderEliminar

Gracias por participar con tu comentario en esta página