Te veo pasar, desahuciado
por la vida, separado de un consuelo, castigado, solitario.
Renegando tu pasado, ahogado en tu presente, sin pensar en el futuro.
Imagino tus noches, tu soledad punzante enfriando tus huesos, socavando tus mejillas.
Imagino tus noches, tu soledad punzante enfriando tus huesos, socavando tus mejillas.
Tu sonrisa, que aún no
fallece, encriptada en tu rostro agotado. Pupilas alborotadas que gritan
auxilio, que claman cariño.
Torpeza hubo en tu vida. No
me lo contaste, pero tu cristal lo refleja.
Tu carácter se revuelve, tu furia descargas a quien al pasar te mira. No pelees con la vida, ya bastante tienes con lo que hasta ayer peleaste.
¡Ay amigo! Qué le hiciste a la vida y qué te ha hecho ella a ti.
Tu carácter se revuelve, tu furia descargas a quien al pasar te mira. No pelees con la vida, ya bastante tienes con lo que hasta ayer peleaste.
¡Ay amigo! Qué le hiciste a la vida y qué te ha hecho ella a ti.
Y es que te veo sonriendo
cual niñito enamorado, y en tu corazón agobiado la gran pena va aumentando,
mientras tu cuerpo perece...
Y es que en la calle no encuentras los cuidados que merece un cuerpo agotado y
trajinado de una vida mal vivida, de una sonrisa sin espacio.
Y ese dulzor ingrato que a
pedazos va cortando los andares de tu cuerpo y va cambiando los senderos que tu
caminar merece y que ahora va dejando las lineales huellas de unas pesadas ruedas
en las que se han convertido tus pasos.
Tu rutina se repite, como si el ayer no hubiera existido, quizás ya lo borraste en el consuelo de tus penas.
Tu rutina se repite, como si el ayer no hubiera existido, quizás ya lo borraste en el consuelo de tus penas.
Y aun así sonríes y regalas
lo que no tienes.
Con tu casa y con tu manta a
cuestas, en cualquier rincón encuentras cobijo, te defiendes de tus penas, de
la soledad ingrata, y de otros como tú que sin albergue y sin cariño arrancan a
los andantes las riquezas mal vividas, guardadas en los bolsillos como tesoros
abundantes.
Tu lucha por vivir entre tu
amargura y tu desahucio te van dejando el cansancio de las noches sin
dormir. Y la lluvia que persigue el frío
de tu tiempo, que hace estragos en tu cuerpo y empapa tu esperanza guardada y
escondida en el fondo de esas pupilas que siguen gritando auxilio. Pero a la vez tu amargura, tu desconsuelo
ante la vida, tu cuerpo que se hace pedazos, te hace desconfiado y a veces
prepotente.
Y de pronto estás sonriente,
ofreciendo tus desdichas, suplicando en tu silencio una mano que acaricie ese
andar rutinario y despiadado. Cuánto
cariño lanzado al desprecio y cuánto desprecio acumulado en tu vivir.
Y en personaje te has
convertido de las calles de este pueblo, atropellando transeúntes, mientras
reniegas del sistema, ese mismo que aunque no entiendas te permite seguir
andando y te ha salvado de perecer ahogado en esa red que, entre zozobra y desaciertos,
con hilos de miseria y llanto tus manos han tejido.
Pero es que no te has dado
cuenta que rechazas y no estrechas las manos que se extienden y te ofrecen un
alivio.
Quizás son tu desdicha y tu
pasado, impregnados en los tatuajes de tu agrietada piel, los que muestran las
angustias de un quehacer mutilante de una vida que no fue.
¡Ay amigo! qué solitario vas
andando, mezclando tu cariño y tu sonrisa desdentada, con un cruel desprecio a
la vida que amasaste. Creo que ya has
pagado con desgaste y sufrimiento, si es que una pena has dejado en tu pasado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por participar con tu comentario en esta página