domingo, 8 de febrero de 2015

Agradeciendo

Aunque las lágrimas se acerquen a mis ojos y decidan bañarlos para gritar en gotas de transparente auxilio el vacío que sacude mi paz.
Aunque mi corazón exprima al sentimiento de lo imposible y lo deje arrugado de tanto querer saciarse en él buscando lo que ya no es, lo que ya no está.
Aunque el viento sople y quiera apagar en la vela de mi ilusión la llama de la última esperanza.
Aunque tiemble mi suelo y se agriete el camino…

Seguiré dando saltos sobre las piedras más fuertes.  Seguiré encendiendo llamas en las velas de mis amigos, de mis amores, de mis sueños y de mis ilusiones. Y seguiré agradeciendo al Señor de los claveles rojos el regalo de aquella flor que recoge en cada pétalo la bondad de corazones abiertos, libres y generosos que me sonríen en cada despertar. Cientos de corazones abren el paso y despliegan alfombras coloridas a mi andar discreto y silencioso.  Se quitan su sombrero y con gesto amable saludan los suspiros de mi vida.
Entonces para qué mirar el vacío de la soledad encajada en el risco que bordea el gigantesco acantilado, para qué murmurar destellos de luz negra a las sombras del inerte paisaje de corazones rotos, para qué pensar que esas palabras sinceras oscurecen la dulce sensación de la imaginación prohibida. ¿Es que acaso mi corazón se enjaula y se agrieta al pensar en lo que parece imposible? Si es que quiere correr libre y cantarle a la vida canciones de desesperada locura, de enamorada euforia.
Y es que de tanto vivir aprendí que el amor trasciende las fronteras de lo infinito y de lo posible.  De tanto suspirar descubrí que puedo seguir amando más allá de la vida, más allá de lo tangible. Y soy capaz de mirar al cielo y descubrir los sumisos colores que se esconden tras el manto azul que simula el telón de mi escenario, y que alborotados salen a gritar para recordar su existencia alegre y picaresca.  Porque de alegría y de verdad se visten los días que transcurren mientras las horas, danzando y tropezando, van tomando del aire que las acaricia la ternura de las voces que se acercan, de las manos que se ofrecen, de los nombres que se gritan, de los gestos que agradecen, de los ojos que conversan, de los corazones que laten animados por una presencia.  Es esa presencia la que me envuelve y me domina y es ese andar el que me anima y me da vida.

 Doy gracias al Señor de lo imposible por regalarle más vida a mi corazón hambriento, por situarme en el escenario más acogedor y mostrarme los caminos de puertas abiertas que proyectan planes a cada ilusión.
 Y seguiré agradecida, porque el agradecimiento se transforma en perdón, en amor, en cercanía, en noches tranquilas, en aceptación de lo negado, en placer de vivir.
Y en cantares de niña soñadora, seguiré escuchando las voces del cariño que se acerca y me dice que agradezca al Señor de los amores, la visita de los corazones amables, los rotos, los tristes, los felices, los solitarios, los eufóricos, todos los que se acercan a mi lado a regalarme compañía y gratitud.
A todos los recibo y los acojo agradecida, y de cada uno aprendo que de tanto querer, el dolor desaparece y las lágrimas que lo limpian enjuagan con su brillo y transparencia las penas de mi alma ansiosa…  

1 comentario:

  1. Que otros se alardeen y se jacten de las páginas que han escrito, a mí me orgullece la que he leído.

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