Mi profesor se refirió a la entropía de los sistemas como una tendencia de los mismos a la autodestrucción, al desgaste. Los sistemas requieren energía para mantenerse, y no cualquiera, sino la energía particular que empuja ese sistema. Indagando años después descubro que en efecto, este concepto viene de la física, y aunque para los que no somos muy amigos de esta ciencia y resulta un concepto engorroso, tiene también un encanto particular, cuando nos gusta ver la vida como conjunto de sistemas.
Y esta es la parte que me interesa. Resulta que la entropía
es vista como un parámetro del desorden, o una medida del grado de desorden en
un sistema. Yo lo interpreto así: La tendencia
natural de las cosas, de los sistemas, es el desgaste, la autodestrucción. Un sistema si no se alimenta, se destruye, si
no se le inyecta ese “in-put” que lo hace sistema y si no fluye ese “out-put”, entonces el sistema se agota, y lo peor es que
lo hace sin retorno. El ejemplo más
palpable está en nuestro propio cuerpo, necesitamos alimentarlo, sin alimentos,
el cuerpo se destruye y perece. El
cuerpo recibe alimentos, oxígeno, información, los procesa, los transforma, genera
desechos y produce vida, ideas, es un recibir energía, transformarla y
fluirla.
Los sistemas necesitan energía para oponerse a la entropía
y es entonces esta energía oponente la necesaria para que el caos no prospere y
el desorden no se apropie de ellos. Ese
caos lo podemos vivir diariamente en lo más simple, como lo sería en casa al
abrir un armario para buscar un cinturón, o una gaveta para buscar unas llaves. Estos lugares suelen estar abarrotados de
entropía, de caos, de energía estancada, de desorden, porque fue más fácil
lanzar algo ahí dentro y darse la vuelta, que esforzarse con energía oponente y
buscar el lugar adecuado y justo para aquello que queríamos guardar y ponerlo
bien acomodado y en perfecto orden. He
allí el detalle, era necesaria energía oponente que nos fastidia, que requiere
esfuerzo y nos cansa. Este cansancio
hace que día a día prospere el caos en ese pequeño lugar escondido y cuando
recapacitamos tenemos que aportar, ahora sí, un esfuerzo adicional en tiempo,
en planes, en estrategias y hasta en disposición, para que aquel pequeño
sistema vuelva a tener vida. Otro ejemplo simple lo vivimos día a día en
nuestro propio cuerpo, en nuestro aseo personal. Se imaginan que dejáramos ese
sistema andar de su cuenta, con el caos que genera ese montón de células
muertas adheridas a nuestra piel, unas sobre otras, más la contaminación
exterior, toda adherida a nosotros. Nos
convertiríamos en un caos andante, en un monumento a la destrucción, al
desorden.
Si proyectamos el ejemplo del armario, la gaveta y nuestro
aseo a una empresa, a un gobierno, a un país, a nuestra vida, vemos lo
necesario que es tener en cuenta la existencia de este parámetro autodestructor
para no dejar que se apodere de nuestros sistemas y acabe con ellos.
Por ello debemos procurar una vida sana, con los tan
trillados ejercicios y alimentación adecuada, que dan energía positiva al
sistema. Por ello debemos pensar en positivo y recibir la energía buena y
procesarla inyectándole más protones y entregar energía positiva. Eso acaba con el caos espiritual, con la
entropía.
Imaginemos un sistema de procesos en una pequeña empresa,
por ejemplo el sistema de almacén, donde hay que llevar registros de entrada de
mercancía, de salida, de inventarios mínimos, de caducidad, si es el caso, y
hay que saber lo que hay y dónde está y cuál producto tiene mayor rotación, en
fin… Perder el control sobre este proceso podría generar caos no sólo a sí
mismo, sino al resto de sistemas internos y externos implicando pérdidas de productividad
y con ello de dinero para la empresa. El sistema, por muy sencillo que sea, no
anda solo, hay que empujarlo, hay que inyectarle energía, hay que estar siempre
pendientes de él, de su correcto funcionamiento, y por eso son necesarios los
controles y las verificaciones, los mantenimientos y las mejoras. Pero esto a veces cansa, y es más fácil
dejarlo andar solo, sin controles, sin vigilancia, sin esa energía opositora a
la autodestrucción. Por eso perecen muchos sistemas, o retroceden al caos y
peor aún, se corrompen.
Es así como en nuestro propio entorno, en nuestro vivir de
cada día, debemos procurar inyectar esa energía opositora necesaria para que el
sistema fluya, continúe. Es como los
matrimonios, las familias, hay que alimentarlos constantemente, solos no van a
ninguna parte, solos perecen, se agotan.
En la vida esa energía es alegría, es hacer divertido lo cotidiano, es
encontrar paz por encima de la violencia, es convertir en amor lo que pudo ser
odio, es imprimir razón a la locura, es dar conocimiento a la ignorancia, es el
hacer sobre el dejar, la madurez sobre la insensatez, la valentía sobre la
cobardía, la cortesía y humildad sobre la arrogancia, es sobreponer la verdad a
la mentira, la salud a la enfermedad, la vida a la muerte. Eso es luchar contra
la entropía en el día a día. No es
fácil, porque la destrucción es más fácil que la construcción. Ese debe ser nuestro reto, es mi reto cada
día, y a veces es un reto a mí misma.
No pretendo ser una experta en entropía. De eso nada. Solo me interesa saber que existe y que cada
mañana despierto con nuevos retos, en los que debo vencerla. Es que es insistente y se cuela por cualquier
rendija. Y mi alrededor se convierte en
un mar de entropía. Qué alivio cuando la
destruyo. Pero es como la mala hierba, crece tan fácil. Así que a levantar
ánimos y manos a la obra, nos toca vivir y quitarnos de encima esa hierba de
letargo con energía oponente, que triunfe sobre la entropía y nos permita ser
mejores personas y más felices.
Me he atrasado a comentar tu reflexión, he tenido una entropía, bueno mejor llamarlo un desorden, tu reflexión me ha hecho que haya ido más lejos de mis conocimientos, porque no he sabido medir las dudas que encontré, me ha gustado, me ha entretenido y me ha ilustrado, quizás las anteriores eran más personales y tu reflexiones no era para mi muy influyentes, aunque considero que tenemos una bonita y gran amistad, hemos nacidos en continentes diferentes y quizás cuando hablas de tu país no llego a una total afinidad, me cansa elogiarte tantas veces y también me causa remordimientos no hacerlo, leer tu escribir tiene tanto predominio en mi, que si escribieras novelas de terror evitaría leerlas porque padecería de pánico. Cuídate que vales mucho.
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