viernes, 16 de septiembre de 2016

Cuando muere la ilusión



Se tragó la ilusión.  Se la tomó con cucharadas de tiempo, así, sin saborear, como una medicina amarga que hay que tragar para disipar el dolor.
Había llenado su maleta con sueños.  Eran tantos que su equipaje era pesado.  Pero a ella no le importaba, su alma desbordaba de deseos, de ilusiones decoradas desde su niñez y barnizadas con la dulzura y el esmero de un corazón lleno de cariño y esperanza.
Expresaba poco, pero sentía todo y ese todo desbordaba por sus ojos.  Sus sueños saltaban de un castillo a otro, a través de puentes llenos de flores y de historias.  Llenaba sus balcones con suspiros que sacaba de su maleta, la que siempre llevaba consigo, a pesar de su peso.  Y es que poco le importaban sus dolores en la espalda de tanto cargar sus sueños a cuesta.  Era tanta su ilusión por la vida, sus deseos de llenarla de colores, que los momentos oscuros se filtraban a través de su arcoiris.  Terminaban siendo momentos especiales, todos filtrados con los tesoros de su maleta, mientras pasaba por encima de las desdichas y los desprecios.  Eso no existía para ella.  Su ilusión la protegía, la hacía fuerte aunque no se diera cuenta, la hacía valiente.
La realidad la golpeaba todos los días, pero ella cerraba sus ojos, se montaba en el cóndor con el que volaba su ilusión y viajaba alto, muy alto.  Desde allá veía su castillo lleno de flores, con sus puentes decorados con las historias de los viajeros que los cruzaban.  Todas eran historias llenas de encanto, todas estaban filtradas por su ilusión, ésa que la mantenía viva y sonriente, a pesar de la crueldad que la rozaba.
No sentía los latigazos en su espalda, resistía todas las batallas, olvidaba con facilidad para que su castillo no se desplomara.  Pero un día y otro y otro y otro más, se convirtieron en muchos días y el cincel finalmente abrió una grieta y todo el lodo contenido empezó a colarse por sus paredes de colores.  Hubo lágrimas, sus manos se hicieron débiles, ya no quería volar, su equipaje comenzaba a pesar.  Su espalda pedía a gritos un poco de piedad.
Bajó su cabeza y cerró sus ojos.  Por primera vez vio la oscuridad. Supo que la rodeaba y la acosaba y ella había perdido el valor.  Su filtro de colores dejó pasar el gris y ya no fue igual.  Se tragó la ilusión con la amarga medicina del tiempo que la acompañó. Aprendió y se hizo esquiva, silente, desconfiada.  Conoció la tristeza. Se sentó a ver pasar a su cóndor, lo observó mientras volaba.  No estaba segura de volver a volar con él.  Había descubierto una verdad que siempre había estado, pero su maleta llena de ilusiones no le había dejado ver.  Ya no estaba segura de poder soportar aquel peso, es que nunca antes supo que pesaba.
El viento refresca sus ganas.  Ella tiembla sin saber si dar el siguiente paso.  Todo es gris y la ilusión ya no está.


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Gracias por participar con tu comentario en esta página