jueves, 22 de septiembre de 2016

Intocable perfección


Un hermoso palacio mantenía su custodia.  Fieles a los recuerdos y a su historia se guardaban como piedras preciosas únicas, legendarias.  Allí estaban ellos, inertes, sin el cariño de unas manos que los contagiaran con las más divina sensaciones. Una caja de cristal los protegía, quizás de otras torpes manos que los rozaran curiosas de sentir el placer de sus emociones.  Muchos pasaron y observaron su quietud agonizante, su esbeltez atrapada.
Yo los sentí gritar.  Pedían auxilio desde su morada fría y aburrida.  Elegantes, perfectos, preciosos, ahogados en un cristal que atrapaba su llanto. Vi los pentagramas dormidos, ausentes, paseando como muertos vivientes por las paredes de aquella habitación.  Había notas atrapadas en una pesadilla, queriendo despertar, mientras su grito ahogado quedaba enredado entre sus cuerdas.
Sentí su grito y los quise despertar, pero una muralla de ojos celosos contuvo mis ganas.  No podía hacer nada, sólo contemplarlos y admirarlos y simplemente saber que eran perfectos.
Un violín, dos violas y dos violonchelos acompañados con un apellido que los hacía sobrios, perfectos, curiosamente intocables… Stradivarius… cada uno en su caja de cristal, como si hubieran nacido para decorar ataúdes.  Nadie los preguntó si tenían alma y seguramente todos los que los conocieron deleitaron alguna vez su espíritu con la música de aquellas cuerdas.
Nadie les preguntó si preferían vivir cantando hasta que la muerte les llegara, o morir en vida quedando siempre atrapados entre los signos de admiración de una palabra adulante, entre las cuatro esquinas de un ataúd de cristal.
Creo que siguen vivos, pero están agonizando,  Alguna vez se rindieron ante la rutina seductora de un arco sobre sus cuerdas.  Hoy lucen perfectos: perfectamente muertos, ahogados, atrapados, relucientes.  Cuerdas sin vida, sin alegría. Si pudieran salir de su ataúd…

Música sin sonido, alma sin luz, espíritus vagando errantes.  Se equivocaron los sentidos: no eran para los ojos, eran para los oídos.  Una perfección intocable ahogada en su llanto.  Música perfecta buscando manos perfectas para una melodía perfecta.  Todo fue un sueño, no despertaron, siguen inertes, quizás muertos, quizás dormidos…

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Gracias por participar con tu comentario en esta página