jueves, 5 de mayo de 2016

Imaginación detrás de una ventana

Intento adivinar cómo viven.  Verlos desde lejos me hace suponer que no debe ser fácil.  Los veo caminar, conversan, se miran, seguramente no se dicen todo lo que piensan, siempre hay secretos, ¿cuáles serán los suyos?  Entonces imagino sus amaneceres y sus atardeceres.  Seguramente ha habido temblores en los cimientos de sus pasos y han hecho que la tierra los cubra y selle sus heridas. Imagino cicatrices que se fueron cociendo sobre las palabras que no se dijeron por miedo a encontrar demasiadas tumbas enterradas.  No quisieron escarbar más, pero sabían que estaban allí.  Y sobre esas tumbas erigieron un nuevo castillo.


¿Serían felices por fin y para siempre, como los finales de los cuentos más hermosos?  Ellos no lo deben saber, pero se miran y saben que hay fantasmas que muchas veces se ríen y tejen trampas en sus caminos. Seguramente se atrevieron, aún sabiéndolo, y construyeron un puente sobre el lodo, para no pisarlo, para no caer en él.

Fueron valientes, supongo que osadía no les faltaba. ¿Más inteligencia que amor?... Tal vez… a veces no es que haya más, pero puede que pese más y termina siendo muy necesaria.  ¿El amor? Es fantástico, es el que todo lo puede, es el que hace sentir, el que tiene la fuerza para que hasta lo más difícil pueda ocurrir.  Y entonces, ¿ellos lo sienten? Desde aquí no lo puedo saber, intento imaginar cómo son, cómo viven, los observo desde mi ventana y pareciera que se quieren, están juntos.  Pero, ¿sólo porque están juntos?  Tiene que haber algo más.  A ver… piensa, piensa…

Es que los veo pasar, los veo entrar y salir, parece que viven, al parecer comparten,  ¿acaso se ríen cuando están solos?, los veo tan serios, tan formales.  Pero yo sé lo de las tumbas que esconden allí abajo, es ese temblor en su mirada, no se parece a la de antes, yo lo sé, lo veo desde mi ventana.

A veces quisiera llamar a su puerta, me inquieta conocerlos en la cotidianidad que no se ve.  Entran y a veces no salen. ¿Hablarán de las tumbas, o habrán decidido tragarse sus misterios?  Es que al final siempre existirán misterios y seguramente lo más prudente será enterrarlos.  Yo sé que allí abajo hay cicatrices, aunque otros no lo ven, o no les interesa. Tal vez aprendan a vivir así. ¿Será que al final la vida es una suma de costumbres?  Una tras otra, un momento tras otro, un sí porque sí, un no porque no. Y así, todo va pasando, el tiempo se convierte en su aliado y suaviza las cicatrices.


Los sigo viendo desde mi ventana, quisiera escucharlos gritar que se quieren, pero no escucho nada.  Regreso un rato a mi vida, ya no quiero imaginar la de ellos.  Observo  mi jardín, aquí también hay mucha tierra y no quiero escarbar.  Mejor lo lleno de flores mientras mi corazón decide qué hacer con sus propias tumbas…

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