He sembrado unas plantas, son
pequeñitas, son hermosas. Nunca antes me
había fijado en ellas, pero tenía la necesidad de sembrar algo, que fuera ajeno
a mí, pero que lo pudiera cuidar y ver crecer.
Es que tengo un vacío que no
logro entender, todas las mañanas huyo de mi propio despertar. Quisiera quedarme en la penumbra de un sueño
de esos absurdos que siempre me persiguen, para no despertar a la realidad que
se ríe de mí, que me empuja hacia donde no quiero ir, que me hace mentirle a mi
sombra, que me vigila mientras sigue mis pasos.
Pienso en mis plantas, las veo en
sus macetas. Aún son pequeñas, no sé si
sus raíces se sentirán cómodas con el espacio que he dispuesto para ellas. Quisiera que se sintieran tranquilas y se
quedaran allí, quisiera que crecieran y esparcieran vida. Su verdor me da esperanzas, no las quiero
frágiles, las prefiero robustas. Quiero
que estén alegres, su color me dice sí lo están.
He tenido que despertar, es que
la vida sigue y necesito fuerzas.
Esperan tanto de mí que siento que me consumo mientras intento
complacerlos. Las prisas del desayuno
hacen que me olvide de mi sombra. Hay
que hacer muchas cosas, todos esperan que lo haga. Y me tengo que ir, pero antes me acerco a las
macetas. Las plantas están quietas,
tienen vida en su color. Les hablo y les
digo que están bellas, que quiero que sigan vivas. Siento la brisa de la mañana e intento saber
dónde estarán las nubes y si brillará mucho el sol. Muevo las macetas adivinando dónde estarán
mejor, ya no las veré hasta la noche.
Comienzo a caminar y aparece mi
sombra que se acerca hasta mi oído y susurra disparos a mi conciencia. No sé si la quiere asustar o quiere acabar
con ella. Pienso en las macetas, creo
que mi sombra escucha lo que pienso y prefiero que se entretenga con mis
plantas. Hay un árbol en el camino,
hasta allí no llega mi sombra. En su
lecho hago una pausa mientras ella desaparece.
Entonces la realidad vuelve a mi mente y mis sentimientos se
confunden. De nuevo la idea de siempre
que hace que todas mis torpezas entren en conflicto. Me debilito, mis ojos se convierten en
mariposas y vuelan, ya no veo el camino y mis sentimientos caen al suelo
desconcertados con mi huida.
Escapo de aquel árbol, aparece mi
sombra y pienso de nuevo en mis plantas.
Las imagino con sus raíces aferradas a mi tierra, las imagino contentas
con su morada, dispuestas a alegrarme cuando las vea. No quiero que mueran, quiero que adornen mis
mañanas en esa esquina que guardé para ellas. Pienso en ellas y logro distraer a mi sombra
hasta que entro de nuevo en mi vida y mi sombra desaparece. ¿Qué hago con esta idea
que me persigue y me tortura? Pero es que también me da brillo. Vuelven las mariposas y su aleteo hace que
entre en un letargo mientras la imaginación vuela con ellas.
Es mi vida y no logro escapar de
ella. Tengo mariposas y tengo plantas,
pero también tengo una sombra. Con ellas
vivo, de ellas huyo, sin ellas no siento, por ellas vibro. Escucho un piano; es aquella canción que él
tocaba. Se mezcla con mis mariposas, se
quieren conocer, ellas le quieren preguntar.
Es un sonido en blanco y negro y ellas vuelan a su compás. Siento que se comunican, seguro me lo contarán
en un sueño. Mientras escucho su canción
pienso en mis pequeñas plantas, que me recuerdan que hay vida y hay verdor, que
no deje de suspirar, que suelte mis mariposas y que las deje volar, que seguro
mi sombra también se irá a bailar y habrá paz en mi guerra espiritual, habrá
flores y mariposas y siempre estará su canción para llenar mis vacíos.
No estoy sola, tengo plantas,
tengo alas de mariposa, tengo una sombra que sabe bailar, tengo sueños y
torpezas y tengo su canción, la que me hizo despertar de mi huída, la que me
abraza en cada despertar, la que me da su mano cuando el camino me quiere
abandonar.
Regreso y mis plantas siguen
allí, llenas de vida y de color. No
están tristes, les gusta su espacio, sé que estarán bien. Muevo las macetas buscando la mejor luz. Hay mariposas a su alrededor y la canción
suena en blanco y negro. Me regocijo en
ese espacio, es mi espacio, es mi sueño y es mi despertar.
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