jueves, 12 de mayo de 2016

Una promesa entre almohadas

- Tengo miedo.
- ¿A qué le temes?
- A seguir sin saber a dónde vamos.  Es tan incierto el camino…
- Dame tu mano, dámela sin miedo.  Haré que mis pasos sean siempre firmes para que te quedes a mi lado y no tengas miedo.
- ¿Estás seguro de quererme siempre a tu lado? Te cansarás de mí, mi aspecto cambiará y ya no te voy a gustar, no me vas a querer igual.  Mi cuerpo se llenará de pliegues envejecidos y mi piel estará seca y cansada.
- Entonces tu piel será como los pliegues de las olas del mar y yo querré seguir navegando en él.  Haré que se estremezcan tus olas y así nuestro paseo será más divertido.
- ¿Y si mi cabello se tiñe todo de blanco y mi aspecto se opaca entre grises mustios y se avejenta mi esencia?
- Entonces tu cabello será como la espuma blanca en el mar de tu cuerpo.  Me meceré en tus olas y me bañaré en tu espuma.
- ¿Y si mis piernas se rinden un día al caminar de siempre y pierden su elegancia y mis pasos se hacen torpes mientras mi espalda se pliega a la curvatura del camino?
- Entonces caminaré a tu lado y cuando te canses nos sentaremos a contemplar los pasos de los que vienen y de los que van.
- ¿Y si al final mis pasos se convierten en ruedas?
- Entonces seré el mejor conductor y haré que te diviertas mientras conduzco.  Así, mientras tú conduces mi vida, yo conduzco tus pasos.
- ¿Y si te digo que me estoy enamorando cada vez más de ti y que tu mirada me debilita y hace que mis ojos duelan hasta cerrarse?
- Entonces aprovecharé para besarte como nunca antes y haré que tu cuerpo se funda con el mío, para que no te queden dudas de lo que siempre haremos cuando estemos viejos, cuando las canas nos arropen, la piel se nos arrugue, las piernas nos pidan pausa y la espalda nos suplique descanso.  Tu dulzura será la misma y mis ganas de ti serán eternas.  No dejaré que te resbales ante la vida porque ha sido tu valentía la que me ha enamorado y con ella iré de la mano para hacerte feliz el resto de nuestras vidas.  Ven, estás cansada, abrázame y relájate. No quiero que tengas miedo.

Acarició su cabello mientras ella cerró sus ojos apoyada en su pecho y le regaló su sonrisa junto al más hondo de sus suspiros.  Él la besó como prometió hacerlo siempre. Los dos se besaron mientras sus almohadas daban descanso a la entrega de sus placeres.


El amanecer los despertó cuando un rayo de luz apareció desde la ventana y se coló en su abrazo.  Las almohadas reposadas guardaron el secreto de una promesa de amor que se talló en su piel, en sus labios y en sus cabellos, para ser recordada cuando el tiempo los haga viejos y sus miedos se hayan esfumado tras el calor de tantos abrazos compartidos. 

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