- ¿Una historia?
- Sí, una historia.
- ¿Cómo la quieres?
- Empieza y ya está, seguro se te ocurre algo.
- ¿Como si fuésemos tú y yo reinventándonos la vida?
- Si tú quieres. ¿Por qué no? Algunas veces hay que borrar y
comenzar a escribir.
- ¿Como si nos conociésemos hoy y comenzáramos a hablar de
lo que no fue, de lo que aún no existe y de lo que no sabemos que pasará?
- Me gusta.
- Comencemos con un baile.
Cierra los ojos. Me das tu mano,
tomas mi cintura, nuestros ojos se encuentran. Ya estamos bailando. Escucha, la música suena y nuestros pies se
mueven al mismo compás.
- Pero recuerda que no nos conocemos.
- Sí, pero ya me estoy enamorando.
- Guarda silencio, comienza una balada, déjame disfrutarla
en tus brazos.
- ¿Y la historia?
- Acaba de comenzar.
No mires hacia atrás. Estás tú y
estoy yo. Me pediste una historia y la
quiero comenzar contigo. Sigue bailando,
deja que la música nos guíe. Te prometo
que lo escribiré todo.
- ¿Cuántas páginas tendrá la historia?
- Las mismas que los pasos que seas capaz de bailar conmigo.
- No sé bailar, pero me gusta hacerlo contigo. Lo haría siempre.
- Soy yo quien escribe, tú me pediste la historia. Haré que bailes en ella hasta la última
página y bailaré contigo hasta su última letra.
- ¿Escribirás el final?
- No, no lo escribiré, el libro tendrá su última página,
pero no habrá final. La música nunca
acabará. Cuando se cierre el libro seguiré tus pasos, seguiremos bailando y así
nunca habrá un final.
- Ven, abrázame, sigue bailando.
-¿Ves? Ya comencé a escribir y ya estás bailando.
- ¿Puedo regalarte tres palabras para tu historia?
- Claro, dímelas.
- Son simples, pero lo dicen todo: Te quiero tanto…
- Baila, sigue bailando…
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por participar con tu comentario en esta página