Estaba lleno, muy lleno, pero de
un profundo vacío que le absorbía las ganas.
No lo dejaba dormir, pero tampoco despertar.
No sabía por qué vivía y leía las
noticias buscando encontrar en alguna de ellas la respuesta. ¿Será que algún día su historia sería narrada
y tendría por fin un final?... ¿será que aparecería su historia en las
noticias?
En sus ojos pequeñitos se
libraban batallas. Por sus canas
cabalgaban las bestias que lo llenaban de miedo y de pudor. Se le terminaba la sonrisa mientras bebía de
ella sediento y sudoroso. Corría tras el tiempo, sin saber que el tiempo lo
esperaba. Y veía volar mariposas de
colores desde su jaula de ilusiones.
Cuánta ilusión apagada,
encerrada, olvidada… Y sus ganas esperando una chispa mientras el viento la
apagaba. Cariño prohibido le rebosaba en
la mirada mientras intentaba dormir silente.
Cantó canciones desde el recuerdo
e imaginó sensaciones. Se estremeció su
velero, con el que navegaba en las noches, mientras ella dormía… Muchos sueños aún
lo desvelan, muchas preguntas aún lo persiguen.
No pudo saber si estaba en el
principio o en el final de la historia, cuando sintió la presencia de una
sonrisa escondida en algún cuento, rociada con gotas escapadas de una copa
medio llena, que dejaron medio vacía la mesa dispuesta para otro banquete.
Dejó los aplausos abandonados en
las butacas del teatro y no se asomó ni para agradecer que en los escenarios,
como en la vida, siempre hay un final.
No se dio cuenta que allí estaba su propia vida y él era su director. Y otra vez repetía la misma historia,
aburrido, soñoliento, sin ganas de beber, pero sediento de esperanzas.
Lo sorprendió una mañana coloreada
y le recordó que los amaneceres no son grises.
Pero él siguió buscando en las noticias de sus periódicos en blanco y
negro un final para su historia. Tenía
que haber alguno y tenía que ser feliz.
Tanto tiempo persiguiendo su
sombra, sin darse cuenta que la luz estaba a su espalda y allí estaba su final. Estaba escrito para él y sólo él podía
descubrir sus letras con cada paso al caminar.
Avanzó y entró en el final, sintió estremecer su piel. No estaba solo, allí estaba lo que tanto
había deseado y no era un sueño, era real.
Comprendió que su final podía ser el que imaginaba cuando deja de empeñarse
en enderezar el principio y se esfuerza en avanzar hacia el sendero que le
quita el peso a su alma ahogada y le hace sonreír.
Escribió su historia, narró su
principio, revivió su presente y enderezó las líneas de su final, dejando que
sus páginas las acariciara el viento
y las dejara volar. Quedó escrito lo que siempre quiso, no estaba
en los periódicos, pero fue el final que le dio respuesta a su vida. Fue su mejor noticia, la que él mismo
escribió, la que él mismo se atrevió a vivir.
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