Que nace y es piel, dulce, muy
dulce, con olor a leche tibia, tan suave como una mota, tan tierna como una
florecita acostada en el campo. Que
sigue siendo piel, que se cae y se ensucia, que se llena de pegostes, que sigue
oliendo a ternura.
Que es piel rebosada de color,
que es sonrisa si se acaricia, que es llanto si se perturba. Es piel que cubre las espinas, que sufre las
heridas, que se empapa con la lluvia y siente el frío de las noches
destechadas, que se acalora en las tristezas, que suda y se vuelve a limpiar.
Que sigue siendo piel, la misma
piel de antes, pero ya no tan tersa, más curtida, golpeada, sentida. Piel que se estira para dar paso al crecer.
Piel que vive como ayer y descubre nuevas sensaciones cada día. Piel que sabe dar caricias porque las recibe,
piel que aprende a sentir un abrazo y sabe envolverse en él.
Piel que acompaña los años,
mientras deja en los parques los pasos que dieron sus pies, y sigue dibujando
huellas en la playa, ahora más grandes, más vividas. Pero es piel que aprende, que protege almas
andantes, que da forma a cada existir, que se amolda cuando siente otra piel.
Piel que se rebosa en una
sonrisa, que se convierte en beso cuando se acercan otros labios. Piel que cubre los ojos y los hace dormir
para sentir ese primer roce que resbala de tanta dulzura, piel que sabe a
néctar de fruta fresca, que huele a siempre, tan suave como las mejillas que se
saludan y se quedan pasmadas con ganas de estar allí y no separarse jamás.
Piel que se hace adulta, que
conoce al amor, que siente el despecho, que sufre las caídas, que disfruta un
abrazo, que se eriza con un roce, que sabe amar y entregarse en el placer de
otra piel. Manos cubiertas de piel que buscan encuentro y lo atinan en otras manos
que aprietan y ya no sueltan.
Que es piel que va madurando, que
aprende, ¡cuánto aprende! Que es blanca,
que se sonroja, que se cubre de pecas a la espera de ser contadas, que es
morena, cautivadora, que es negra y es
preciosa, brillante y tersa, que es acaramelada y dulce, aceitunada y
tostada. Piel con piel, que se agrieta y
sigue amando, que se arruga y sigue sintiendo.
Piel bonita, como la que ven los ojos enamorados.
Que es piel y también se acaba,
que primero es de seda y luego se agrieta.
Que es manta que cubre y acaricia, que protege y acerca, que un día se va y no vuelve, que se siembra y
se queda. Piel que se engancha al
pensamiento, a la sombra del deseo, que se desvanece y deja su perfume, que
deja su sentir, que está aunque no duela, que se estremece entre sus arrugas y
se funde en su sudor.
Que muere y ya no es piel, ya no
es arruga, ya no es caricia, ya no es sonrisa.
Ahora es el recuerdo de una piel muy suave, acolchada, tibia,
delicada. Es el recuerdo de un hombre,
de una mujer, envueltos en piel, son sus manos, son sus gestos, su sonrisa, su
calor, que dejaron su piel y se llevaron su amor, su aire, su presencia que va
y viene, que no se olvida. Se va y es alma
desnuda, bonita, etérea, alma sin piel tallada en el recuerdo de una piel… Que
fue mucho o poco, que sintió todo lo que pudo, que se estremeció y se quedó
dormida, que ahora es nada… fue piel, bordada de sensaciones, bañada de
existir. Como tu piel, como mi piel…
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por participar con tu comentario en esta página