Decidió ser dueña de sus flores,
ser amante de su luna, de las olas que van y vienen y soltar su cabello para
que juegue con la vida.
Decidió ser del viento, ya no
importa que la despeine y alborote su timidez, si es que igual es bella.
Decidió no tapar más su cara ante
la vergüenza, porque ya no hay más vergüenza y despejar su frente apartando su
cabello porque su rostro es bello y la claridad le da altivez.
Decidió ser lo que ella esperaba
de sí misma, no lo que esperaban los demás.
Y cantar y bailar a su antojo y mojarse bajo la lluvia, aunque su
cabello se pasme y caiga bajo el peso del agua.
Total… es bella.
Decidió guardar sus besos y
transformarlos en poesía, la del tiempo que vendrá. Y recitar sus versos mientras su cabello
juega con las rimas y ennoblece sus palabras.
Decidió seguir caminando aunque
el camino se transforme en un inmenso desierto y sus pies se quemen en la arena. Aunque el sol reseque su cabello… si igual es
bella.
Decidió buscar la playa más
hermosa y adentrarse en el mar, despojarse de su ropa y dejar su desnudez
abierta al sol, al cielo, al agua salada y que su cabello baile con las olas y
se enrede con las algas y con la espuma.
Total… es bella.
Decidió no parar de bailar y que
su cabello suba y baje a ritmo de la música, aunque se enrede en las cuerdas
del pentagrama y parezca un enjambre
colapsado. Da igual, es bella.
Decidió dejar crecer su cabello y
peinarlo y despeinarlo a su antojo, reposarlo sobre una suave ola mientras
flota relajada en ella y sentir su ir y venir alrededor de sus hombros, sin
importar la hora ni el frío.
Decidió sentir el aire que la
rodea y respirarlo mientras el viento acaricia su cabello. Es ella, ha salido al encuentro de sí misma y
ha soltado su melena, que la sigue danzante mientras camina y la decora y
enmarca su rostro.
Siguió adelante sin importar que
el tiempo comenzara a blanquear sus largas trenzas, seguía siendo bella.
Y un día la tempestad sucumbió en
su cuerpo y debilitó sus ganas, ablandó sus fuerzas y sus pies dejaron de
danzar. Su cabello empezó a quedarse en
el temblor de sus manos y en el descanso de su almohada. Pero no importaba, es que era tan bella.
Y cambió el cabello por flores de
colores, alas de mariposas, plumas de pavo real y siguió dejando que el viento
coqueteara con su piel hasta robar en cosquilleo estremecedor la misma sonrisa
de antes.
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