Muchos creen que lo que se mueve
alrededor lo hace sólo a ritmo de lo que piensan quienes observan y dirigen el
gran teatro. Pero es que hay muchos
actores y vienen de muchos lugares. Y lo que para algunos es normal, para otros
varía entre el disparate y la ingenuidad.
Que cada pueblo crece a su modo, le digo a los que no entienden. Que sí, que somos copias, somos imitación, que
las conductas se expanden como un juego de espejos encontrados. Que hay quienes
quieren reflejar la imagen que no está, la que se cruza desde el otro espejo y
de pronto aparece en el espejo frontal con otro perfil, con otra mirada, pero
haciendo lo que hacen todos.
Incomprendida se sintió. Extraña
la vieron los demás, los de por allí, los que aprendieron el mismo patrón y lo
seguían sin dar mayor explicación, si es que acaso había algo que explicar. Que
son muy egoístas y no la aceptan en el juego de llegar primero. Nadie sabe a
dónde hay que llegar, pero hay que hacerlo y cuanto antes mejor.
Allí estaba ella, aún lo está,
con la melancolía en su mirada, ya es parte de ella. Buscando los patrones que dejó allá, de donde
partió. Queriendo encajar y a la vez sin
querer hacerlo, mientras se reserva los recuerdos y lo aprendido para
revivirlos a su modo. Habla a su manera, usa sus palabras extrañas, vive de
otro modo, aquél que aprendió y que luego cambió, pero ella ni se enteró.
Todo le parece diferente. Es que lo es.
Ella se asusta cuando la puerta del ascensor se abre en la planta
equivocada. Se pierde y no sabe dónde
encender la luz. Siente que la persiguen
y no es así. Cada quien está jugando su
papel y se olvidan de ella, mientras sigue su transitar en la planta
equivocada. Quizás el edificio también
lo es.
Está sola, se siente sola y se
inventa historias que ella siente tan reales.
Sigue con su hablar diferente, llenando de adjetivos rebuscados cada
sustantivo que saca de su libro de vida.
Una vida tan recorrida como atropellada, en un mundo diferente al suyo,
sin los que amaba, sin los que dibujaron su camino un día, pero la llenaron de
valor.
Extraña en un lugar que no le
pertenece, pero que ha hecho suyo y lo ha ablandado con sus lágrimas guardadas
en su frasquito del perfume que hace ya mucho tiempo dejó de estar. Ella
perfuma con su alma los días de penumbra y olvido. Ella baña con sus lágrimas los recuerdos que
plantó en su pequeña maceta que cuida como a su vida. La riega como queriendo entregar lo que nadie
más quiere recibir, pero ella lo da, necesita darlo.
Ella es parte del teatro aunque
se sienta ajena. Lleva su propia
corriente, no es que vaya en contra de la que está. Busca en los espejos la manera de actuar,
pero se siente rebelde y voltea para no aprender demasiado. Quiere seguir siendo ella, no se quiere
abandonar porque necesita su propio brillo.
Déjenla ser, ella sabe remar y remará.
Ella es grande, diferente, rebelde. Sólo está triste de vez en cuando,
porque siente distancia, pero busca en su maleta, aquélla que una vez la
acompañó en su viaje y encuentra de nuevo el valor y lo multiplica en sus
espejos. Ella es ingenua, pero no es
tonta. Y cuando mira los espejos no
busca la belleza, ya la tiene. Busca encuentro, pertenencia, estilo, vida,
razones. Busca el cómo para seguir
haciendo, busca el cuándo para continuar sin perder la fuerza, busca encajar en
su espacio. Ella se mueve a su propio
ritmo, mientras canta y conversa con quien se atreva a escucharla. Es su modo, no lo ha copiado. Lo trajo en sus bolsillos y con su modo
complica las otras costumbres.
Me lo cuenta sin darse cuenta, lo descubro en
sus palabras diferentes y rebuscadas. Ella toda es un gran pueblo, es
inteligencia e ingenuidad. No se da
cuenta que no puede cambiar las cosas y sufre queriéndolo hacer. La veo alejarse. Va sola, voltea y sonríe. Le digo adiós mientras busco los espejos para
saber en cuál de ellos no está, pero se refleja en todos, incluso, en el que
llevo en mi cartera.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por participar con tu comentario en esta página