jueves, 16 de marzo de 2017

Inmensamente ella


Muchos creen que lo que se mueve alrededor lo hace sólo a ritmo de lo que piensan quienes observan y dirigen el gran teatro.  Pero es que hay muchos actores y vienen de muchos lugares. Y lo que para algunos es normal, para otros varía entre el disparate y la ingenuidad.  Que cada pueblo crece a su modo, le digo a los que no entienden.   Que sí, que somos copias, somos imitación, que las conductas se expanden como un juego de espejos encontrados. Que hay quienes quieren reflejar la imagen que no está, la que se cruza desde el otro espejo y de pronto aparece en el espejo frontal con otro perfil, con otra mirada, pero haciendo lo que hacen todos.
Llegó ella, era su turno, debía jugar a interpretar en aquel teatro, pero traía su papel aprendido en otro lugar, entonces entendía e interpretaba de otro modo, a otra velocidad, eran otros sus patrones. Quería imaginar que los espejos hablaban con ella y la entendían.  Quería entender lo que los espejos decían.  Eran sus mismas palabras, pero eran otros los sentimientos, eran frases que no encajaban en el mismo rompecabezas. Y a veces eran otras las palabras para la misma idea.  Pero también eran otras ideas con el mismo juego de palabras.
Incomprendida se sintió. Extraña la vieron los demás, los de por allí, los que aprendieron el mismo patrón y lo seguían sin dar mayor explicación, si es que acaso había algo que explicar. Que son muy egoístas y no la aceptan en el juego de llegar primero. Nadie sabe a dónde hay que llegar, pero hay que hacerlo y cuanto antes mejor.
Allí estaba ella, aún lo está, con la melancolía en su mirada, ya es parte de ella.  Buscando los patrones que dejó allá, de donde partió.  Queriendo encajar y a la vez sin querer hacerlo, mientras se reserva los recuerdos y lo aprendido para revivirlos a su modo. Habla a su manera, usa sus palabras extrañas, vive de otro modo, aquél que aprendió y que luego cambió, pero ella ni se enteró.
Todo le parece diferente.  Es que lo es.  Ella se asusta cuando la puerta del ascensor se abre en la planta equivocada.  Se pierde y no sabe dónde encender la luz.  Siente que la persiguen y no es así.  Cada quien está jugando su papel y se olvidan de ella, mientras sigue su transitar en la planta equivocada.  Quizás el edificio también lo es.
Está sola, se siente sola y se inventa historias que ella siente tan reales.  Sigue con su hablar diferente, llenando de adjetivos rebuscados cada sustantivo que saca de su libro de vida.  Una vida tan recorrida como atropellada, en un mundo diferente al suyo, sin los que amaba, sin los que dibujaron su camino un día, pero la llenaron de valor.
Extraña en un lugar que no le pertenece, pero que ha hecho suyo y lo ha ablandado con sus lágrimas guardadas en su frasquito del perfume que hace ya mucho tiempo dejó de estar. Ella perfuma con su alma los días de penumbra y olvido.  Ella baña con sus lágrimas los recuerdos que plantó en su pequeña maceta que cuida como a su vida.  La riega como queriendo entregar lo que nadie más quiere recibir, pero ella lo da, necesita darlo.
Ella es parte del teatro aunque se sienta ajena.  Lleva su propia corriente, no es que vaya en contra de la que está.  Busca en los espejos la manera de actuar, pero se siente rebelde y voltea para no aprender demasiado.  Quiere seguir siendo ella, no se quiere abandonar porque necesita su propio brillo.  Déjenla ser, ella sabe remar y remará.  Ella es grande, diferente, rebelde. Sólo está triste de vez en cuando, porque siente distancia, pero busca en su maleta, aquélla que una vez la acompañó en su viaje y encuentra de nuevo el valor y lo multiplica en sus espejos.  Ella es ingenua, pero no es tonta.  Y cuando mira los espejos no busca la belleza, ya la tiene. Busca encuentro, pertenencia, estilo, vida, razones.  Busca el cómo para seguir haciendo, busca el cuándo para continuar sin perder la fuerza, busca encajar en su espacio.  Ella se mueve a su propio ritmo, mientras canta y conversa con quien se atreva a escucharla.  Es su modo, no lo ha copiado.  Lo trajo en sus bolsillos y con su modo complica las otras costumbres.

 Me lo cuenta sin darse cuenta, lo descubro en sus palabras diferentes y rebuscadas. Ella toda es un gran pueblo, es inteligencia e ingenuidad.  No se da cuenta que no puede cambiar las cosas y sufre queriéndolo hacer.  La veo alejarse.  Va sola, voltea y sonríe.  Le digo adiós mientras busco los espejos para saber en cuál de ellos no está, pero se refleja en todos, incluso, en el que llevo en mi cartera.

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