Otra vez a pensar, a intentar resolver
lo indescifrable, a darle vueltas una y otra vez hasta conseguir lo de siempre:
nada. Un puñal clavado en lo profundo del corazón, otro puñal desgarrando las
vísceras, otro haciendo añicos al cerebro.
Se había convertido en una queja ambulante, en un nido de problemas sin
resolver.
Se asomó a la ventana y lo vio
todo igual. El frutero pasaba con su
mercancía, ordenaba las frutas para que lucieran más apetitosas. La señora con
el carrito de compras y la bolsa de pan,
el niño con su uniforme dando saltos mientras su mamá lo lleva de la
mano, el señor del bastón con su caminar pausado buscando conversación en
cualquier mirada que se atreva a encontrar la suya. Parecía que la imagen se repetía todos los
días. Cada quien en lo suyo, avanzando
mientras el día iba quedando atrás. Y él,
con su nido de serpientes que adornaban su cabeza, no paraba de pensar y de
enredar lo que le quedaba al día antes de fallecer en una noche sin luz y sin
encanto.
Amaneció otra vez y de nuevo la
ventana mostraba el trajinar del día: el frutero, la señora, el niño, el hombre
del bastón… Cada quien avanzando contra su propia corriente, en cada cabeza una
historia por descifrar, un muro que saltar. Y él, asomado en la ventana,
pensando en las piruetas de serpientes en su cabeza, sin un paso que dar, sin
una luz que encender, lleno de miedos y laberintos, pensando que la vida lo
persigue, ahogado en su propio atasco.
- ¡Que despiertes! – le dijo ella
al fin- Sal de tu sueño tras la ventana de nadie, que el día se termina y la
noche se lo traga, que tus nidos no te dejan pensar. Que los demás también llevan serpientes y la
soledad no te hace más valiente. Que llegas a lo de siempre: a nada, mientras
pasas el tiempo en tu ventana y descubres que todo también es nada. Aparta tu
vista de esa ventana y ama, simplemente ama, vive, lucha, sigue, y si quieres
preguntarte algo, pregúntate por qué estoy contigo, por qué entre mil motivos
elijo andar en tu camino.
Se apartó de la ventana y aún
cabizbajo volteó para mirarla. Su mirada
entró en ella, por fin entró en ella, hacía muchos amaneceres que su mirada no
encontraba reposo alguno. Pensar, lo que se dice pensar, no pensó mucho, pero
sintió estremecerse al comprender que perdía la vida mientras ella subsistía a
su desidia y, a pesar de él, aún estaba allí.
- Que todos los que observas
desde tu ventana se pasan el día caminando contra su propio viento, que cada
quien tiene su huracán. Hay quienes
optan por seguir contra él y hay quienes se dejan arrastrar por él. La decisión es tuya si es que quieres que el
premio al mayor huracán lo gane tu mente.
Extendió su brazo y tomó su mano,
acercándola a él. La abrazó mientras cerraba sus ojos y respiraba en su cabello. Besó su frente, acarició su mejilla con la
suya e hizo más fuerte su abrazo. Bajó su mirada nuevamente mientras separaban
sus cuerpos. Soltaron sus manos y él se
volvió hacia la ventana. Allí se detuvo
un rato, lo observó todo sin decir nada. Luego cerró la ventana y bajó la
persiana. Ella apagó la luz… ya no pude
ver más nada, sólo se escuchaban sus suspiros…
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