Ahora mismo voy a hablar conmigo,
no sé si te quedas o te vas, si te enteras o pasas de mí, si me entiendes o no.
Total, eso no me interesa ahora. Sólo quiero conversar conmigo. Sin tema, sin asunto, sin horario. Sólo yo.
Creo que soy yo, sigo siendo yo,
metida en esta especie de caja. Se
mueve, es un poco rara. Siento como yo,
me siento yo, así que debo ser yo. Estoy
pensando y sintiendo ¿Será que estoy
viva, será esa la palabra? Yo creo que sí.
Mientras esto ocurre, me descubro ante mis propios ojos, haciendo vida
en un cuerpo prestado, pasajero, a veces incómodo y a veces tan placentero.
Un poco rara, eso dicen: a veces
mustia, a veces radiante. Lo cierto es
que estoy de paso, no me quedo aquí, igual que tú, que también corres y te
irás, no sé si conmigo o sin mí, pero nos iremos. Estoy prestada en este cuerpo, que me gusta y
lo quiero, que lo cuido y lo descuido.
Un cuerpo que duele… y pesa… No
sé cuánto dure, seguramente menos de lo que dure mi alma. Ella es inquieta y se siente extraña atrapada
en esta caja de sorpresas.
A veces miro mis manos y trato de
entrar en mi piel para comprender lo que hay.
Las veo cansadas, igual que yo.
¡Cuánto han cambiado!... igual que yo. Aun así, sigo aquí dentro, a
pesar de que mi envoltura cambia y seguirá cambiando. Pero sé que soy más que esta caja, que me
ayuda a vivir, porque sin mi envoltorio no puedo ser yo, al menos no aquí.
Sé que puedo ir más allá de esto,
porque cuando siento, las vibraciones me superan. Este cuerpo prestado llega a su máximo en
emociones y le pasa de todo, porque está tan unido a mí que percibe en su piel
y en sus entrañas todas las vibraciones que me persiguen. Mi cuerpo suda y se enfría, se acelera y
tiembla, se sonroja y estremece, ríe, canta, baila y se deleita, se agota y
cae. Duele, también duele, se traga mis
angustias y duele, se traga mi fatiga y duele, se traga mi llanto y duele. Emociones y sensaciones me van diciendo qué
camino tomar, mientras leen en mí el mapa de lo aprendido, dentro de un cuerpo
que va quedando atrás.
Me equivoco tantas veces,
mientras disimulo cada caída con una pausa para recoger semillas del camino. Y mi cuerpo me sigue, no tiene elección, me
apropié de él y me acompaña en mis decisiones.
Vivo y trasciendo. Soy más que
esta piel, que se hace lenta y espesa, pausada y desconfiada.
Lo quiero porque lo siento mío y
me da vida. Lo quiero porque sin él no
me sé comunicar. Lo quiero porque siente
lo que tú me expresas, porque se cansa cuando no puede más y disfruta
divinamente cuando quiere más. Lo quiero
porque es prestado y tendré que regresarlo… a la tierra, al mar, al viento.
Lo quiero porque en él siento tu
abrazo. Lo quiero porque aprendió a
besar y sabe amar. Y en este querer en
mi transitar temporal quiero dejar mis huellas y mis marcas en todo lo que
quiero. Quiero dejar mis caricias en la piel de otras manos, porque me dan
apoyo y me sostienen. Quiero dejar mis
abrazos en el pecho de mis amores, porque son míos, muy míos. Quiero dejar mis besos en el camino, en los
ojos y en los labios, quiero besar y amar, con este cuerpo prestado con el que
hablo de vez en cuando y que me cuenta tantas cosas, que a ti no te diré. Con él sigo aprendiendo y el día que lo
entregue, que lo regrese, seguramente lo extrañaré. Es que estando conmigo
tanto tiempo me he acostumbrado a mí. No tengo elección.
Ya no quiero decir más, estaba conversando
conmigo, tenía ganas de hacerlo, pero creo que ya estoy desvariando y también creo
saber por qué. No sé si seguirás aquí, o si sientes lo que yo siento, pero si
estás, quédate un poco más, que no quiero estar sola.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por participar con tu comentario en esta página