jueves, 10 de septiembre de 2015

Ironía


Ese día llevaba puesto su vestido de seda nuevo.  Precioso, impecable, fresco, con los colores brillantes del verano que estaban tan de moda.  Su cabello largo lo llevaba recogido.  Iba tan presumida como siempre, pero hoy en especial quería verse como nunca.  Había quedado con sus amigas de aquellos años para un reencuentro.  No quería que la vieran ni gorda ni vieja, de eso nada, es que pasan los años y los reencuentros atemorizan porque los cambios no siempre son a favor.
 
En fin, se encontraron en una cafetería, y se sentaron a conversar, recordar, reír, contar.  Pidieron café y algunos dulces para merendar.  En un momento que resultó fatídico para ella, al pasar la camarera con los cafés, tropezó con una de las sillas y una de las tazas emprendió un desastroso vuelo y fue a parar a la mesa vecina, donde un señor de entrada edad tomaba un café mientras leía el periódico.  La taza cayó encima de la mesa y derramó su líquido sobre ella, mientras unas cuantas gotas volaron por el aire como en retroceso hacia la mesa de las amigas reunidas, salpicaron el suelo, la pared y una horripilante gota de café terminó posándose casi deliberadamente en el vestido de seda nuevo de la chica más presumida.

- ¡Qué torpeza tan grande!, ¿se puede ser más incapaz?-, dijo con la voz atropellada y casi ahogada.  Era terrible aquello que había sucedido.  Su vestido de seda nuevo, impecable, con aquella gota marrón que manchaba hasta sus escrúpulos.  ¡Qué desastre, qué horror!  La camarera se acercó avergonzada a pedir disculpas y ella le respondió que tendría que pagarle su vestido.

Entre tanto, el caballero de la mesa vecina, casi sin pensarlo había actuado de inmediato haciendo lo primero que se le ocurrió para evitar que el derrame del líquido fuera aún mayor: tomó la primera página del periódico que leía y la puso sobre la mesa para que absorbiera el líquido.  El café derramado lentamente fue apoderándose de los espacios de aquella página en blanco y negro y tiznó de marrón la fotografía de un pequeño ángel desahuciado por la guerra que yacía sin vida a orillas de un mar callado y atragantado por un peregrinar saturado de muertes.

El papel lo absorbió todo y manchó la triste imagen.  Mientras tanto, en la mesa vecina, la mujer ahogada de rabia reclamaba con su sentimiento herido la torpeza de aquella joven atontada que manchó su vestido de seda nuevo. Ya no pudo disfrutar de aquel reencuentro.  Se llenó de rabia e indignación y planteó su reclamo a la gerencia de aquel lugar.  Llevaría su vestido a limpiar y si el vestido no se recuperaba, les entregaría la factura de compra de su traje nuevo para que la indemnizaran por el daño causado.

Cuánto daño, cuánta rabia, cuánta impotencia e indignación.  Su vestido de seda nuevo manchado y ella tan impecable, tan perfecta…

El caballero de la mesa vecina observaba a la dama enfurecida.  Desde su perspectiva se veía en primer plano la foto del periódico manchada y arrugada y un poco más atrás la imagen de aquella dama sofocada e indignada por la mancha en su vestido.


Crueldad versus realidad,  verdad versus superficialidad…cuánta ironía…


2 comentarios:

  1. El principio del pecado es la soberbia, le asomó con mucha nitidez a la superficie.
    Que poco valor tenia su traje, cuando lo llevaba una persona con tanta falta de humildad y modestia, solo pensó en admirar a sus amigas y no en la persona que servía. Desafortunadamente existen muchas personas así, que Dios me ayude y no me haga parecerme. Como siempre, bonita reflexión.

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  2. Así es, hay tanta gente ignorante y egoísta en este mundo que uno acaba pensando en mudarse a Marte. Evadimos la realidad porque nuestras vida parece perfecta ante nuestros ojos. Y solo hace falta ver más allá de nuestra nariz para comprender este mundo, sus injusticias, su belleza y su "Ironia".

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