Él estaba un poco rígido,
intentaba relajarse y mantener lucidez en su charla. Ella lo observaba mientras él hablaba. Varias veces perdió el hilo a la exposición
mientras intentaba llenarse de él desde la distancia, en medio de un público
expectante. Era su primera clase en la
universidad y aquel profesor de presencia serena y desbordante de intelecto
llamó de inmediato su atención.
No era quizás el más atractivo de
los que ocupaban el recinto, pero su semblante sereno y su exposición segura,
de inmediato la cautivaron. Observó sus
ojos inquietos, decididos. Su cabello
muy corto mezclado con el gris de algunas canas que se asomaban, lo hacían
lucir interesante. Su piel parecía gruesa,
pero a la vez reflejaba suavidad. Una
dulzura impresionante impregnaba todo su espacio. Utilizaba un lenguaje certero, con la lucidez
de un profesor afanado en su tarea. Una
sonrisa que daba naturalidad a su charla, decorada con un par de agujeros en
sus mejillas que reflejaban simpatía y amabilidad. Se aprendió sus manos y sus gestos. Desde ese momento fue imposible no sentirse
atraída por él.
Ella se perdía de la escena en su
admiración por aquel profesor. De pronto
reaccionaba y regresaba de nuevo al lugar, escuchando con placidez aquellas
palabras estudiadas y bien pronunciadas. Tonterías - pensó - son puras tonterías. A ese señor ni lo conozco.
Al término de sus estudios, su
interés distante por aquel personaje educado, de postura intachable, de palabra
certera, seguía intacto en ella. No supo
explicarse por qué, pero ya sentía que lo quería, mientras evitaba pensar en
ello.
Años después coincidieron en un
mismo proyecto en el que se fusionaron la universidad y la empresa para la que
ella trabajaba. No pudo evitar el
sonrojo que subió a su cara cuando se vieron en la primera reunión. Otra vez
aquellas sensaciones, como si lo conociera de toda la vida. Lo que no sabía es que él sentía la misma sensación. Desde que la vio la primera vez sentada en el
aula de clases quedó prendado de su imagen y ya más nunca la pudo olvidar. Su posición como profesor, lo hacían mostrase
distante y esquivo, como evitando lo que ya parecía inevitable.
La vida da tantas vueltas que los
volvió a poner frente a frente, pero esta vez en otro escenario, de igual a
igual, a pesar de sus diferencias. El
impacto fue inmediato. Él nunca la había
apartado de su mente, sin saber cómo ni por qué, siempre estuvo en sus
recuerdos, en su imaginación, como aquel ser inalcanzable que sólo perturba sus
instantes y se encaja en sus sueños. Para
ella, siempre fue un ídolo desconocido, al que buscaba en cada exposición, al
que seguía en cada clase magistral, desde la distancia y con el entusiasmo de
siempre por escucharlo.
Y allí estaban los dos, con unos
deseos locos de abrazarse cuando apenas se conocían. El miedo a lo imposible se cayó de sus
bolsillos y se volvió añicos. La certeza de lo posible les dio el valor que
necesitaban para gritarse sin pudor y sin motivo que se querían sin entender
por qué, que se necesitaban sin haberse rozado alguna vez. Es que sus ojos hablaban sin que pronunciaran
palabras y sus pieles se sentían como si fuese uno parte del otro, como si por
fin hubiesen cumplido con el amor prometido desde otra vida, desde otro tiempo
o desde otro espacio.
Así comenzó su historia, pero
nunca supe cómo continuó. Sólo supe que
fue un amor que se eternizó en una historia infinita, de esas que no tienen un
tiempo para el inicio y tampoco conocen ningún final. Es eterna y existe para
siempre. Como su atracción, que no saben de dónde vino, sólo saben que está,
que existe y que sigue siendo real.
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