viernes, 8 de abril de 2016

Atracción eterna

Él estaba un poco rígido, intentaba relajarse y mantener lucidez en su charla.  Ella lo observaba mientras él hablaba.  Varias veces perdió el hilo a la exposición mientras intentaba llenarse de él desde la distancia, en medio de un público expectante.  Era su primera clase en la universidad y aquel profesor de presencia serena y desbordante de intelecto llamó de inmediato su atención.

No era quizás el más atractivo de los que ocupaban el recinto, pero su semblante sereno y su exposición segura, de inmediato la cautivaron.  Observó sus ojos inquietos, decididos.  Su cabello muy corto mezclado con el gris de algunas canas que se asomaban, lo hacían lucir interesante.  Su piel parecía gruesa, pero a la vez reflejaba suavidad.  Una dulzura impresionante impregnaba todo su espacio.  Utilizaba un lenguaje certero, con la lucidez de un profesor afanado en su tarea.  Una sonrisa que daba naturalidad a su charla, decorada con un par de agujeros en sus mejillas que reflejaban simpatía y amabilidad.  Se aprendió sus manos y sus gestos.  Desde ese momento fue imposible no sentirse atraída por él.


Ella se perdía de la escena en su admiración por aquel profesor.  De pronto reaccionaba y regresaba de nuevo al lugar, escuchando con placidez aquellas palabras estudiadas y bien pronunciadas. Tonterías - pensó -  son puras tonterías.  A ese señor ni lo conozco.

Al término de sus estudios, su interés distante por aquel personaje educado, de postura intachable, de palabra certera, seguía intacto en ella.  No supo explicarse por qué, pero ya sentía que lo quería, mientras evitaba pensar en ello.

Años después coincidieron en un mismo proyecto en el que se fusionaron la universidad y la empresa para la que ella trabajaba.  No pudo evitar el sonrojo que subió a su cara cuando se vieron en la primera reunión. Otra vez aquellas sensaciones, como si lo conociera de toda la vida.  Lo que no sabía es que él sentía la misma sensación.  Desde que la vio la primera vez sentada en el aula de clases quedó prendado de su imagen y ya más nunca la pudo olvidar.  Su posición como profesor, lo hacían mostrase distante y esquivo, como evitando lo que ya parecía inevitable.

La vida da tantas vueltas que los volvió a poner frente a frente, pero esta vez en otro escenario, de igual a igual, a pesar de sus diferencias.  El impacto fue inmediato.  Él nunca la había apartado de su mente, sin saber cómo ni por qué, siempre estuvo en sus recuerdos, en su imaginación, como aquel ser inalcanzable que sólo perturba sus instantes y se encaja en sus sueños.  Para ella, siempre fue un ídolo desconocido, al que buscaba en cada exposición, al que seguía en cada clase magistral, desde la distancia y con el entusiasmo de siempre por escucharlo. 

Y allí estaban los dos, con unos deseos locos de abrazarse cuando apenas se conocían.  El miedo a lo imposible se cayó de sus bolsillos y se volvió añicos. La certeza de lo posible les dio el valor que necesitaban para gritarse sin pudor y sin motivo que se querían sin entender por qué, que se necesitaban sin haberse rozado alguna vez.  Es que sus ojos hablaban sin que pronunciaran palabras y sus pieles se sentían como si fuese uno parte del otro, como si por fin hubiesen cumplido con el amor prometido desde otra vida, desde otro tiempo o desde otro espacio.


Así comenzó su historia, pero nunca supe cómo continuó.  Sólo supe que fue un amor que se eternizó en una historia infinita, de esas que no tienen un tiempo para el inicio y tampoco conocen ningún final. Es eterna y existe para siempre. Como su atracción, que no saben de dónde vino, sólo saben que está, que existe y que sigue siendo real.

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