Dos historias
parecidas con finales distintos. Dos
historias que se encuentran, no por casualidad, lo casual para ellos no existe.
Dos historias que se entregan con todo, sin mezquindades. Dos historias de vida y amor que superan tempestades.
Dos historias
que se abrazan en sus extremos cuando el destino por fin las cruza. Dos historias que comparten de una parte la
entrega, de la otra, el merecer. Amores mendigos, amores prometidos y
acostumbrados a escribir con lápiz, para después borrar sin dejar
tachones. Pero sin querer, acumulan
cicatrices de papel, que también duelen por ese merecer que tantas veces supera
la entrega.