jueves, 12 de noviembre de 2015

En busca de un nuevo reflejo

Me dijo que estoy más gorda, que me ve cansada, que mis ojeras le aburren.

Me dijo que se me cae el cabello, que no tiene brillo, que ya no se amolda como antes, que hasta mis cejas están despobladas.

Me dijo que no sonriera, que mis grietas le desesperan, que mis mejillas ya no son tan tersas, que mi mirada ya no es ingenua, que mi frente ahora está plisada, que mi piel luce apagada.


Me dijo que mis ojos ya no enamoran, que mi cintura ya no motiva un abrazo, que mis brazos están más gruesos y que en mi cuello se ven cascadas.

Miró mis manos y las vio resecas, casi crujientes.  Y de mis uñas dijo que ya no son gemas, que les falta vida, que ya no se ven bonitas.

Me dijo que mis caderas se ven grotescas, que las sillas me quedan cada vez más pequeñas, que cuando paso las tropiezo con todo.

Me dijo que mis piernas me hacen lucir aplastada, que perdieron su esbeltez, que están llenas de grumos, que tienen ramas resecas que se dibujan en la piel.

Me dijo que estoy llena de años, que me sobran y hasta me hacen daño, que me ve opaca y espesa, que huelo a despensa desordenada, que parezco un jardín abandonado.

Me dijo que mi caminar ya no atrapa miradas, que sus ojos se aburren de tanta luz apagada y ya no siguen el andar de mis pasos, ni mis caderas en movimiento.

Eso me dijo y me lo dijo tantas veces… Pero me cansé de sus palabras hostiles bañadas de sombras tristes.  Me cansé de sus lanzas negras que hieren y envenenan.  Me armé de valor para decirle:

- “¿Sabes una cosa querido espejo?: que me da igual lo que tú pienses, porque ya no te escucho más.  No te quiero escuchar más, no haces más que acosar mi espíritu y desinflar mis ganas.  Te enviaré al desahucio donde enterré las penas que me apagaban.  Me compraré otro espejo en el que me vea siempre bella, que me deje sonreír, que no se burle de mi andar, que sepa acariciar mi cabello y enredarse en él sin importar las canas, que admire mis años y me anime a coquetear mientras le miro.  Que aprecie el brillo que aún guardan mis ojos, que descubra en mí la inocencia todavía guardada y sepa extender más sus brazos para poder entrar en ellos, aunque quede apretada, aunque la cintura se asfixie en un intento de volver a usar aquel cinturón desterrado en el armario.  Bailaré frente a mi espejo nuevo y le regalaré sonrisas aunque mis ojos se quiebren y abriré mis brazos para sentirme libre, aunque les cuelguen cortinas de piel curtidas por los años.  Me pondré un vestido nuevo, luciré tacones que me hagan lucir esbelta y me sentiré niña de nuevo frente a él.  No importará el tiempo ni el reflejo.  Importará mi alegría, importarán mis deseos, mi olor a perfume rociado, mi andar dificultoso y firme a la vez.  Mi maquillaje cada vez más riguroso será mi aliado para exaltar mis alegrías y las tristezas las guardaré en el baúl de los objetos inservibles, de los recuerdos caducados, de las memorias rotas.

Buscaré el mejor rincón para mi espejo nuevo, para que me mire y me aplauda, para sentirme arropada por él, para que me anime en mi andar equivocado o en mi tropezar acertado.  Lo miraré todas las mañanas esperando el mejor piropo y saldré a vivir bonito, a respirar con calma el aire de mis años, a disfrutar de mi reflejo agrietado y grueso, pausado y desafinado, vestido de hermosura y alegría”.

Ese día tomé una decisión acertada.  Mi nuevo espejo sonríe conmigo, canta conmigo y hasta baila conmigo.  Me enseñó a quererme y a valorar mis derrotas, me enseñó a disfrutar más del tiempo y la compañía, a descubrir el verdadero reflejo que se oculta detrás de un espejo obsoleto que se traga las emociones y solo muestra los errores.  Mi espejo nuevo es amigo y es compañero, es confidente y es discreto.  Es el más auténtico reflejo de mi vida y mis emociones. 


Camino con mi reflejo y junto a él camina mi alegría.  De la mano de mi espejo salgo a jugar la vida, a bailar sus pasos, a enamorar al mundo… 

1 comentario:

  1. No existe ni encono ni pasión que pueda eludir que se haga un ensalzamiento y alabanzas a tal narración, Los adjetivos sincronizados como baladas y coplas, hacen que su lectura sea hermosa y placentera, al unísono me ha deslumbrado y fascinado. Como siempre bonita reflexión.

    ResponderEliminar

Gracias por participar con tu comentario en esta página