Caducaban las
historias mientras la espera consumía los minutos que se convertían en días y
con ellos, las historias pasaban a ser leyendas.
Caducaba el
tiempo, el que pasaban sin verse, sin estrenarse, mientras el mundo danzaba a
su manera. Se avejentaban sus
sentimientos, caducaban las cartas que no llegaban y las canciones que no se
escuchaban. Hasta las canas querían
esconderse de la historia para no caducar con ella.
Seguían sin
encontrarse mientras sus sueños se enganchaban al mismo hilo de la vida. Cada uno en su camino explorando el sentido a
su leyenda, adivinando el siguiente paso, tratando de no equivocarse para no
teñir de tristeza el color de sus ilusiones.
Una mirada
imaginaria que también caduca, pero llena el vacío de los suspiros que no
quieren caducar. Suspiran en un mismo compás, se sienten, se perciben.
La ausencia se
convierte en presencia mientras caduca el silencio que los separa. Pero la imaginación no caduca y los lleva
cantando juntos a un paisaje sin nubes, cada uno imaginando el final del
arcoiris, acompañando sus historias con miel de las flores de su mismo sueño.
Allí en la
planicie, siguen absortos cada uno en su sueño, cubiertos por el manto de un
cielo abierto; allí reposan sus historias cargadas de misterios, de silencios,
de ilusiones lanzadas al viento, que aunque no están, existen y aunque no las
siembren, afloran. Y se quedan
extasiados en su sueño contemplando las estrellas, sabiendo que su historia aunque
caduque es cierta, porque la viven y la comparten, mientras sienten que sus
manos se entrelazan aun sin haberse palpado nunca.
Y si el viento
sopla fuerte y arroja sus pistilos a paisajes diferentes, sabrán que hubo una
historia de personajes reales perseguida por el tiempo, que no acompañó sus
lugares pero sí sus sueños y desfasó sus raíces hacia historias distintas. Al final encontraron su espacio para
sembrarse en una canción prohibida, que en sincronía sin querer la escuchan y
con la misma pasión la cantan.
Ya no importa
lo que no pase, lo importante es la magia que los envuelve y hace que no
caduque el final de dos amores que de tanto quererse en espacios diferentes, de
tanto sentirse sin mirarse y sin hablarse, tan solo cantando y soñando, han
hecho que su historia de amores caducados se convierta en la fuerza que imprime
vida a su sueño de encontrarse, de saberse, de entregarse.
La fidelidad era un lujo, la constancia fue necesaria, se apoyaban en la permanencia del amor y de la ternera, fueron premiados por el poder de la mente al encontrarse de saberse y entregarse. Como siempre, bonita reflexión.
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