sábado, 25 de febrero de 2017

La batalla ficticia de una guerra real


Era una vez un pueblo en el que se luchaba una gran guerra.  Todos querían el poder para gobernar y aplicar su estilo y sus maneras ¡y dominar!  En esa gran guerra había batallas que se libraban entre varios grupos y mientras las batallas ocurrían, unos parecían ganar el liderazgo, mientras otros parecían perderlo.
Llegó el día de la batalla final y todo ocurrió un poco al revés. Fue un día de extraña gloria en la que ganó el grupo que parecía perder y perdió el grupo que parecía ganar. Entonces, el grupo que parecía ganar, pero que perdió, tuvo que tragarse la arrogancia que engalanaba cada movimiento de sus espadas.  Se llenaron de indignación, de estupor, de rabia y desconsuelo. No se imaginaban perder así. Toda la confianza que habían ganado entre la gente del pueblo se estaba desvaneciendo.  No se lo podían permitir.  Fueron pasando los días y ya no se hablaba de ellos, sólo se les mencionaba para comentar la terrible pérdida en el momento menos esperado. La avalancha los hundía y no estaban dispuestos a asumir una pérdida de tal magnitud.

viernes, 17 de febrero de 2017

El encuentro más deseado

Por fin estaban tan cerca como lo habían imaginado. Sus risas tontas empañaban el ambiente. Sus ojos no encontraban la salida, sólo sabían que habían entrado en ese recinto abierto y lleno de luz que los recibía. Olía a espuma de café, a vapor de flores silvestres, a bruma encendida, a calidez...
Se sentaron cerca de las piedras. No sabían si respiraban o palpitaban. Sus manos se llenaban de ansias, sus pechos de deseos.
Faltaba el aire en aquel lugar rodeado de espacio. Faltaba el sonido en aquel escenario decorado con nubes. Faltaban las palabras que se agrietaban sin salir. Sobraba brillo en aquel cuarteto de pupilas encendidas. Sobraban disparates sin sentido soltados al azar a ver si encajaban en algún lugar. Sobraban los temblores en las manos, sobraba la gente, sobraban las copas añejas desoladas en el rincón de la baranda.

viernes, 10 de febrero de 2017

Un diálogo en desencuentro


No podía evitar escucharlas.  Charlaban como si estuviera cada una en su patio. Las escuché desde mi silla mientras notaba que algo no andaba muy bien allí, así que presté más atención a sus palabras: 
- Necesitaba tanto hablar contigo.  Me siento tan ahogada, es que no sé si decírselo o no, me siento tan insegura.  Tal vez todo es pasajero y al final resulta en nada.
- Pero si no le gusta nadar no debes obligarlo.  No te compliques tanto, siempre hay más opciones.
- ¿Pero de qué opciones hablas? ¿Quién habla de nadar? Te digo que es serio lo que me está pasando.  O tal vez le estoy dando demasiada importancia a algo que es como un juego, algo quizás pasajero, de sólo un rato.
- Sí, te pasa a cada rato.  Ya me lo dijiste antes.  No debes insistirle, ya él verá lo que quiere hacer con su tiempo, todavía es muy joven.

jueves, 2 de febrero de 2017

Un diario a voces

- ¿Qué tal amigo? Tanto tiempo sin vernos. Ven, que sólo tengo un momento y aprovecho para contarte algo: ¿Te acuerdas de nuestro común amigo: Arturo, con quien solíamos encontrarnos al salir de clases?
- Sí amiga, claro, Arturo. Él siempre llevaba una bolsita misteriosa en la que nunca supimos lo que guardaba.  Lo mismo le pasaba a Rodolfo, ¿te acuerdas?, tenía unas mañas tan raras que sólo su madre las entendía.  Por cierto, al cuñado de Rodolfo lo operaron hace poco.  Por fin descubrieron lo que tenía, ya la familia no encontraba qué hacer.  Su hermana Inés, la que siempre sacaba a pasear los perros, me contó el otro día que todos estaban muy contentos porque por fin Rodolfo estaba volviendo a ser el de antes. La familia se había venido abajo con tantos problemas y encima el asunto económico.  Después de lo que tuvieron que soportar en la empresa, con el desfalco que les hicieron mientras ellos confiaban en su administrador: el hijo de don Rafael, el de la carnicería…  Es que casos como el de esa familia ocurren con más frecuencia de lo que pensamos. ¿Tú supiste lo de los Pedrales, los vecinos de Julito, el que siempre estaba con Fabricio, el hijo del profesor de inglés? Pues resulta que esa familia terminó dividida en dos.  Y la política también hizo lo suyo, socavando los problemas que ya habían tenido que afrontar, como si ya llevaran poco. Al final, los gemelos quedaron cada uno en un lado de aquella división.  A uno de ellos lo vi en casa de Felipe el día del cumpleaños de Marta.  Nunca me pierdo esa fiesta, siempre ha sido el mejor momento de encuentro de los amigos de toda la vida.  Y la comida que había en el cumpleaños estaba mejor que nunca.  Hasta Pablo, que siempre se queja de todo, no hacía más que elogiar la esmerada atención de los anfitriones y el maravilloso menú que prepararon para ese día.  Ni punto de comparación con el reencuentro que festejamos el año pasado en la casa de la playa de Ricardo, el primo de Esteban, que siempre se colaba en nuestras movidas y al final terminó siendo uno más de nuestro grupo.  Pues te diré que Ricardo terminó casándose con la novia que tuvo en aquella época en la que hacíamos las excursiones a las montañas.  Su nombre creo que era Luisa, ¿te acuerdas? que tenía una hermana que estudiaba enfermería y fue la que atendió a Ernesto cuando se cayó de la bicicleta mientras la estrenaba después de su cumpleaños. ¡Quién se lo iba a imaginar!... Y para imaginación, la del hijo de doña Diana, la costurera que siempre nos ayudaba cuando preparábamos aquellas fiestas de carnaval que también hacíamos en la casa de Ricardo.  Pues su nombre no lo recuerdo, pero hasta famoso se ha hecho con los diseños extravagantes que se la pasa inventando.  El otro día vi un reportaje que le hicieron en la televisión y si lo vieras, está igualito, ni engorda ni envejece.  No como Arturo, que entre lo calvo y lo gordo que está, no hay quien lo reconozca.  La verdad que la vida a unos castiga y a otros premia.  Pero a él no le ha tocado precisamente el premio.  Supe que enviudó, hasta eso le ha tocado pasar al pobre, como si no hubiera tenido suficiente con la vida que ha llevado, nada envidiable.  Por cierto, ¿tú me ibas a decir algo de Arturo?