viernes, 10 de febrero de 2017

Un diálogo en desencuentro


No podía evitar escucharlas.  Charlaban como si estuviera cada una en su patio. Las escuché desde mi silla mientras notaba que algo no andaba muy bien allí, así que presté más atención a sus palabras: 
- Necesitaba tanto hablar contigo.  Me siento tan ahogada, es que no sé si decírselo o no, me siento tan insegura.  Tal vez todo es pasajero y al final resulta en nada.
- Pero si no le gusta nadar no debes obligarlo.  No te compliques tanto, siempre hay más opciones.
- ¿Pero de qué opciones hablas? ¿Quién habla de nadar? Te digo que es serio lo que me está pasando.  O tal vez le estoy dando demasiada importancia a algo que es como un juego, algo quizás pasajero, de sólo un rato.
- Sí, te pasa a cada rato.  Ya me lo dijiste antes.  No debes insistirle, ya él verá lo que quiere hacer con su tiempo, todavía es muy joven.
- ¿Qué tiempo? No te hablo de mi hijo, te hablo de mi vida.  Que estoy tan confundida.  Todo me va saliendo al revés, creo que necesito escapar, tomarme un descanso.
- ¿Cómo le vas a sugerir que se vaya a escalar y encima descalzo? No debes tomarte tan en serio las cosas de los jóvenes de ahora, ¡mira que inventan cada cosa!
- Te hablo en serio.  Ayer me encontré con un amigo al que no veía desde hacía varios años. Conversamos un buen rato y sus vivencias me ayudaron a pensar en mi situación, fue un magnífico reencuentro...
-  Pero ¿cómo le vas a leer cuentos? Ya él está un poco grande para eso, seguro preferirá salir con sus amigos…
- Me contó de su vida, ha tenido muchos altibajos…
-¿Pero no era la guitarra lo que le gustaba? Y ahora quiere tocar el bajo  ¡Estos muchachos de ahora!...
- Su situación en el trabajo lo obligó a dejarlo.  Tuvo que marcharse y abrirse nuevos caminos.  Sus problemas no cesaron hasta que cortó la soga por el origen.
-¡Con un disfraz de aborigen!, ¡Lo que me faltaba!, pero es que esos músicos parecen todos unos locos, yo los he visto en unos escenarios tan disparatados.  Ten cuidado con ese muchacho…
-¡Que no me escuchas!  Te digo que no sé si debo tomar una decisión ahora o si debo esperar.  Quizás si no pensara tanto y dejara correr la vida y ya está… Total, a esta edad…ya ni sé qué hacer.
- Yo también quisiera comer, se me está despertando el apetito y el tema de tu hijo da que pensar, pero no te debes agobiar, ya encontrará en qué ocupar sus horas.
- Pero ¿qué dices? Mejor pidamos un café y nos comemos algo, a ver si calmando tu apetito por fin te enteras de lo que te estoy contando, aunque sea poco a poco.
- ¡A mí también me entran unos sofocos!… mejor tomemos un poco de aire y así cambiamos el tema, a ver si te animas a contarme algo de ti… sospecho que algo te pasa, se te ve en la cara, no quería decírtelo para que no te preocuparas.  A ver, a ver, no te despistes y empieza a contarme…
Siguieron sentadas en la terraza de la cafetería en la que solían encontrarse.  Se veían muy a gusto las dos. Se juntaron los más variados temas, cada uno a su tiempo con respuestas lanzadas al azar.  Seguramente alguna habrá coincidido con la pregunta, o al menos con el tema.  Daba igual, sencillamente estaban, se reían, se hacían compañía y de algún modo, también se entendían.

A veces es más importante estar, aunque no se logre entender ni el cómo, dónde, cuándo, ni el porqué, ni el para qué… simplemente estar…

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Gracias por participar con tu comentario en esta página