Me lo dijo así, sin más. Me dijo
que le daba igual lo que yo le decía.
Eso me dijo. Pero luego me dijo
que lo importante era cómo se lo decía. Me dijo que se deleitaba con mi
“cómo”. Y yo, esmerada buscando en mi
baúl historias para contarle y él ni sabía de qué le hablaba, aunque parecía
escucharme atentamente.
“Me gusta cómo hablas, me gusta
cómo te ríes, me gustan tus gestos y cómo hilas una historia con otra”. Eso me dijo, mientras interrumpía de manera
inesperada una alucinante historia que me había inventado para él.