Volvieron sus palabras a mi
mente, era insistente, quería saber cómo me sentí. Mis ojos no perdieron brillo, tenía ganas de
cantar y de bailar. Las risas y los
recuerdos se apropiaron de mi conciencia, mientras seguía sintiendo. ¿Qué le
puedo responder si es tanto lo que he sentido? ¿Qué más quiere saber? ¿Habrá
olvidado cómo leer mis letras?
Quise decirle que me sentía
agradecida, pero no era eso. Quise
decirle que estaba entusiasmada. Ya no
supe si sentía paz. ¿Acaso allí había
paz? Acompañada, quizás. Contenta, extraña, feliz… tantas veces
bendecida. Busqué mi lápiz y comenzó a
darme respuestas con su grafito. “Es la vida”, me dijo, mientras se deslizaba
sobre mis líneas. “Allí la tienes, es tu
vida. Respira y siente. Acepta y recibe”. Mi mente se dispersó. Las letras se enredaron en la maraña de mi
cabello húmedo, y mi lápiz siguió viviendo mientras yo recordaba las gotas que
mojaban aquella tarde.
Si la lluvia huele, si el mar
baila, si las estrellas caen de vez en cuando, y eso lo sé, entonces, cómo no
saber lo que sentí. Todo eso está allí,
hay sensaciones y sentimientos.
Estremezco por fuera con los primeros y me regocijo en entrega con los segundos.
“¿Cariño?”, me preguntó de nuevo, “¿Sentiste cariño? Y pensé: “¿Se puede sentir demasiado cariño, será
eso?”
Yo sólo vivo y creo hacer lo que
es más fácil. Querer es fácil, me gusta
querer. Tacho en mi memoria lo que no
quiero recordar, mientras busco su mirada.
Su voz me repite insistente que cómo me sentí.
Cerré los ojos y pensé: “Amada,
me sentí amada”. Al fin encontré la
palabra que llenó mi momento. Había
tantas en la cesta para escoger, pero yo encontré la perfecta, la saqué de la
lluvia, la saqué de los ojos que me miraban y de las manos que me buscaban.
Me sentí amada en medio de una
prosperidad desierta, en medio de unos brazos que descansaban de su desorden
habitual. Me sentí amada y necesitada,
me sentí amada y protegida. Amada desde la
soledad y el desespero, amada desde la solemnidad de la sencillez.
Que cómo me sentí, insistió
tantas veces… y sin pudor logré decirle al fin: “Amada, me sentí amada”.
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