viernes, 24 de julio de 2015

Sin adiós, sin despedida…

Se les fue de las manos, se les fue de la vida.  No supieron decir adiós, no quisieron decir adiós. Pero se fueron…como tantos. Emprendieron un nuevo camino, sólo con un mapa, sin planos que expliquen cómo, sin estrategias claras, sin pensarlo dos veces…como tantos.

Una pausa que creció más de lo que debía.  Y se hizo vida. Pero quedaron las marcas, los recuerdos, los planes, los sueños.  Y la vida siguió marcada por un espacio que se quedó, sin despedida.

Rincones decorados, fantasías soñadas, de eso había bastante… y aquella casa…la tuya, la mía, la de tu hermano, la de tus padres…
 
Las bandejas se quedaron preparadas para los futuros festines, esos, los soñados.  Pero los espacios cambiaron.  Había que huir. Había que salir en busca de vida.

Tuvieron que vender al mejor postor o a cualquiera, los sueños fabricados y regalar su castillo de ilusiones que con tanto cuidado y esmero habían construido.

Llegó un adiós que duró muchos años, que llegó sin buscarlo, y es que hasta los ángeles se marcharon.

Se desdibujaron sus huellas en aquel país abstracto, absurdo, donde el modo de vida se hizo surrealista y la sensatez y el respeto a la vida, a lo ajeno, también se fueron sin decir adiós, y ya nadie los extrañó.

Las alegrías se ahogaron en su pena.  Demasiados pájaros en su vuelo migratorio convirtieron esa jaula en un país de despedidas, sin adiós.

La historia de tantos… y otros tantos queriendo contar esta historia…

Es que la insensatez y la miseria humana amoldaron los espacios para un odio no pensado, jamás sentido. Y aquel que creyó que la muerte jamás lo abrazaría, también se fue sin despedida, sin un abrazo, sin un mensaje, sin una mirada, sin un adiós.  Y dejó esa huella pálida y sin sentido: desgracia y apatía, compitiendo por obtener el premio a la miseria ajena.  Demasiada miseria ajena: miseria colectiva.

Porque cuando la victoria se pinta sobre un lienzo ciego de poder, con tinta de vísceras estremecidas por el fuego del resentimiento y se legitima la miseria para justificar que las metas ya no suben al cielo, sino que se hunden en el infierno de la envidia y en la socialización de las desgracias compartidas, pero compartidas por otros, que son ajenos, muy ajenos, entonces esa miseria es la que se reparte como si fuese un trofeo, una medalla al ímpetu de la ineficiencia, de la destrucción humana.

Consignas sin sentido, que al gritarlas, dan prestigio al burdel de la miseria.  Hipocresía saturada de cinismo…

Y así, con gente que busca entre los escombros la sustancia de la vida, el poder es más accesible a los ladrones de sueños que se apropian hasta de la poesía y de los cantos, creyendo que la inmortalidad los acompaña y que la justicia sólo a ellos les pertenece.

¡Pues no! Porque al final los hombres pasan y la historia sigue.  Y la pesadilla se borra de los recuerdos, se borra de los libros, desaparece de la historia como páginas quemadas.  Histeria colectiva que degenera en olvido, en lapsus, en negación.  Mientras aquél se queda inerte riéndose de la desgracia, ésa que repartió a manos llenas. 

…Amnesia social, olvidar para vivir; o más bien, querer olvidar, creer en el olvido.  Soñar para creer que ya ha pasado, necesidad de superar etapas, búsqueda de la subsistencia, es lo que queda después de tanto dolor…

Demasiado cinismo construyendo esa historia, pero olvidaron que todo en la vida tiene un tiempo y todo tiempo tiene un fin.  Y esos pájaros que una vez volaron casi sin plumas, armaron de valor sus alas, ahora fuertes y reconciliadas, se propusieron construir un nuevo fin para sus tiempos.  Y aunque en la jaula se quedaron atrapados los espacios construidos con sueños y alegrías, las puertas y las ventanas serán ahora más amplias y entrará el aire fresco y volarán los rencores.  Y los lobos hambrientos saciarán sus deseos en las cuevas del olvido, donde sus rugidos los atormentarán a ellos mismos.  Dejarán de molestar para ocuparse de su desgracia.

…La gloria eterna sólo para Dios.  La desgracia eterna para aquel que la deseó…

Ya no se les escapará de las manos.  Han aprendido, han vivido, han sufrido. Ahora sabrán decir adiós para volver a empezar.  Porque los corazones no los destruye quien quiere, sino quien puede. Esa es la victoria, la de corazones erguidos.

Así, sin adiós, sin despedida, también se irán de la historia esas aves pasajeras con sus plumas negras y su mirada enrarecida, para dejar espacio a un aire que no pesa, a un vuelo que no ahoga, a un viento ligero y libre de cinismo y destrucción, que dibuje nuevas huellas en un país que volverá a ser de ilusión.

…No lo decreto, sólo lo describo...

1 comentario:

  1. A ese país le han despojado las primaveras, la alegría se la ha robado las lágrimas de quien lo añora. No hay propósito más patético que una parte de una generación intentando imponer su convicción a otra.
    No le incumbió la insensatez y la miseria, aquel que creyó que la muerte no lo abrazaría, él solo quería ganar el mundo, le importó poco perder su alma. Conoces que los corazones no los destruye quien quiere, sino quien puede. Como siempre, bonita reflexión.

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